«Memorias de un caracol»: admirable film de animación

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El largo de Adam Elliot, que compitió en los últimos Oscar, es un impresionante trabajo hecho con plastilina en movimiento, que relata una historia agridulce y conmovedora.

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El protagonista del film australiano de animación «Memorias de un caracol»

“Memorias de un caracol”, reciente candidata al Oscar como Mejor Animación, primero sorprende con un trabajo impresionante de moldeado en masilla. Hay que ver la cantidad tremendamente detallada y bien hecha de cosas que se amontonan en un cambalache mientras pasan los títulos. Luego impresiona con la cara marcada de arrugas de una vieja que está agonizando. Y empieza a enternecer, con las lágrimas brillando en los ojos saltones de una muchachita al lado de la vieja. Y enseguida aparece una situación risueña. Penas y sonrisas conviven en esta historia que recién comienza.

¿Pero por qué ese título? Hay algo natural. Ante un peligro, el caracol se refugia en su casita. No tiene otro recurso. Ante la certeza de un rumbo equivocado da toda una vuelta, no puede retroceder en unos pocos pasos como otros animales. Algo similar pasa en la vida de algunos seres humanos. Y el tiempo tampoco retrocede. Pero esa muchachita, que se llama Grace y ama los caracoles y usa gorra con antenitas, ella retrocede en el tiempo, así nos cuenta lo que ha vivido desde el vientre de su madre, donde se sentía muy cómoda, hasta el feliz reencuentro con su hermano gemelo en el velorio de la viejita.

Por ahí va esta película, tan dulcemente triste y melancólica como aquella de Lasse Hallstrom que se llamó “Mi vida como un perro” (pero acá le pusieron “El año del arco iris” para que el público no se asustara). No vamos a contar lo que pasa porque es un cúmulo de dolores y desdichas y porque lo cuenta la propíi Grace con la sabia aceptación que le fue dando el tiempo. Y a medida que nos vamos enterando, un sabor de agridulce ternura nos va ganando el alma.

Todo esto, hecho con muñequitos que las manos de los artesanos han dotado de gracia y de honda expresión, y que la mente del autor ha llenado de vida y enseñanzas con situaciones y frases dignas de memoria. Adrian Elliot se llama el autor, un australiano que supo lucirse con los cortos “Harvie Krumpat” (ganador del Oscar, sobre un infeliz con síndrome de Tourette y mala suerte crónica) y “Ernie Biscuit” (un taxidermista sordo que encuentra una paloma muerta) y con el admirable largo “Mary and Max”, historia de la amistad epistolar entre dos soledades: una niña australiana y un viejo neoyorkino.

Con esa obra Elliot había alcanzado la cima de la técnica de animación en que se especializa, y también la cima de la belleza y la riqueza como narrador. Pues bien, “Memorias de un caracol” llega a cumbres todavía más altas. Vale la pena ver los dos, y los cortos, y quedar atentos a sus próximos trabajos.

“Memorias de un caracol” (Memoir of a Snail, Australia, 2024); Dir.: Adam Elliot; animación.

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