El Presupuesto 2026 es la cristalización del ajuste operado desde que asumió Javier Milei. Fue diseñado para sostener una contracción del gasto público, priorizar la deuda y blindar un superávit financiero, con una “regla fiscal” similar a la propuesta en el anterior proyecto de ley. Esto, en un contexto donde la recesión en curso y el derrumbe del consumo ya erosionan las bases tributarias. El presidente anunció aumentos reales en variables como salud, educación y seguridad social que se apoyan en pronósticos poco realistas sobre la evolución de precios. Además se anticipa un déficit externo todos los años hasta 2028 que compromete la capacidad de financiamiento de la deuda en dólares.
Según los supuestos macroeconómicos del Presupuesto, el tipo de cambio oficial se estima en 1.325 pesos para diciembre de 2025, un valor que ya fue superado el 31 de julio, al inicio de la actual crisis cambiaria. Mientras que para diciembre de 2026 se proyecta en 1.423 pesos, lo cual supondría un cambio de tendencia y fuerte baja de lka paridad : el viernes el dólar oficial cerró en 1.524 pesos para la venta.
En cuanto a la inflación, el Gobierno prevé un 24,5 por ciento para 2025, en línea con la estimación del FMI. “Esto implica suponer una inflación de apenas 1 por ciento mensual en los últimos cuatro meses del año. Sin embargo, los últimos datos muestran variaciones más cercanas al 2 por ciento y, considerando que el tipo de cambio continuó al alza, ese escenario luce difícil de alcanzar”, advierten desde el consultora Analytica y proyectan una inflación promedio del 29,1 por ciento. Para 2026, la pauta oficial estima una inflación del 10,1 por ciento interanual –la más baja desde 2008, lo que implicaría un promedio mensual del 0,8 por ciento–, mientras que la proyección de Analytica es del 20,5 por ciento.
Con dicha proyección de precios, el aumento del gasto social anunciado por el presidente no llegaría a ser tal. En su discurso de presentación del presupuesto, Milei anticipó aumentos reales en capital humano: 17 por ciento en salud, 8 por ciento en educación y 5 por ciento en seguridad social. Sin embargo, con un pronóstico de inflación más realista “esas variaciones se reducen a un crecimiento del 8,2 por ciento en salud, mientras que educación y seguridad social mostrarían caídas del 0,5 y 2,7 por ciento, respectivamente”, según la misma consultora.
La trayectoria de precios así como la del tipo de cambio reflejan una apreciación creciente entre 2026 y 2028, los precios subirían 20,9 por ciento mientras que el tipo de cambio lo haría solo 12,3 por ciento. Esa dinámica ayuda a explicar, junto con el fuerte crecimiento económico proyectado, el notable incremento de las importaciones mayor al de las exportaciones –aun pese a las ventas por Vaca Muerta–, dando como resultado un déficit comercial todos los años desde 2026. El rojo en 2025 sería de 2.447 milones de dólares y al año siguiente más que lo duplica con 5.751 millones.
Si la balanza comercial es deficitaria todos los años, la pregunta obvia es de dónde provendrán los dólares para pagar la deuda –en los próximos 12 meses vencen 19.700 millones de dólares con acreedores privados, Bopreales, FMI y organismos multilaterales–. “Este esquema solo cierra con más deuda, en un contexto donde los mercados internacionales están cerrados para la Argentina, el salvataje sólo puede volver a centrarse en el apoyo geopolítico de los Estados Unidos”, advierten desde el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (Ipypp).
Cabe aclarar también que el proyecto invisibiliza el verdadero peso de la deuda, dado que los intereses en pesos son capitalizados y no figuran como gasto, aunque incrementan la deuda de forma explosiva.
El Gobierno proyecta un crecimiento del 5,4 por ciento para 2025 (en línea con el 5,5 previsto por el FMI en su último staff report) y para el trienio 2026-2028 prevé una expansión promedio del 5 por ciento anual, por encima de las proyecciones del FMI (4,5 por ciento en 2026, 4 por ciento en 2027 y 3,2 por ciento en 2028), apuntaron desde la consultora Analytica. “Esta meta no sólo es exigente en términos absolutos, sino que supera ampliamente el desempeño reciente de los países vecinos –Brasil (3,2 por ciento), Chile (1,8), Paraguay (3,1) y Uruguay (2,8) en promedio en los últimos tres años– y se ubica en niveles cercanos a los que China estableció como objetivo en los últimos años”, agregaron.
Además los últimos indicadores –de actividad, producción industrial, construcción, consumo masivo, etc.– dan muestras de estancamiento en los últimos meses. El Presupuesto 2026 posee puntualmente una proyección de aumento del consumo privado del 10,2 por ciento en 2025, “que implicaría que al finalizar este año un 7 por ciento por encima de los niveles de 2023” sostienen desde el Ipypp, y para 2026 pronostica una expansión del 4,9 por ciento. Pero los salarios reales siguen por debajo de 2023 y además el crédito al consumo empezó a pagar tasas superiores al 100 por ciento anual en las últimas semanas, de modo que es inverosímil que el consumo tenga un buen desempeño a futuro.
En cuanto a la inversión privada el Gobierno “dibujó” un aumento del 26,5 por ciento en 2025 y del 9,4 por ciento anual en 2026. Para cotejar este resultado, desde el Ipypp afirman que entre diciembre de 2023 y mayo de este año cerraron 16.857 empresas (1.624 de ellas, industriales), que la inversión privada no energética cayó 25 por ciento según los análisis de balances de empresas y que la apertura importadora promueve más importaciones de bienes de capital que acumulación local. Además la inversión extranjera directa plantea una salida neta de divisas.
Primacía del superávit
Al igual que el abortado proyecto de presupuesto para 2025, el de 2026 incluye como pieza fundante una regla fiscal según la cual “el Presupuesto General de la Administración Nacional, al cierre del Ejercicio Fiscal 2026, deberá presentar una ejecución con resultado financiero equilibrado o superavitario”, garantizando el cumplimiento de los compromisos de la deuda pública como norma.
De esta forma, el superávit primario sería del 1,5 por ciento del PBI en 2025 y se mantendría en 2026. En ambos casos, se ubica por debajo de lo acordado con el FMI: 1,6 para 2025 y 2,2 por ciento para 2026. El superávit financiero sería del 0,3 por ciento en ambos años. Pero estas proyecciones se basan en una prociclicidad de la recaudación tributaria que tiene supuestos de crecimiento económico poco realistas, como se mencionó arriba. Si la recaudación no cumple con lo pactado, se realizarán mayores ajustes en el gasto.
De acuerdo a las estimaciones oficiales, la recaudación llegará al 15,6 por ciento del PBI en 2026, mientras el gasto llegará a 15,3 por ciento. “Los cálculos fiscales presentados son prácticamente un calco de la proyección de cierre 2025 lo que significa estabilizar y perpetuar el ajuste operado durante los primeros años de gestión”, advierten desde el Ippyp.