El ahijado olvidado de Alfonsín en Chubut: promesas incumplidas y una vida de lucha

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En 1987, el presidente Raúl Alfonsín visitó Rawson para desarrollar actividades de gestión e impulsar a los candidatos locales en una campaña electoral. En ese contexto, se produjo una situación inédita que rompió el protocolo habitual previsto para estos casos: pudo conocer a su “ahijado” Silvio Coronel en su ciudad en vez de recibirlo en Capital Federal, como era más frecuente.

Fue un gesto que parecía marcar un vínculo especial, pero que terminó convirtiéndose en una historia de promesas incumplidas y lucha constante.

La medalla que recibió Silvio por parte de Presidencia de la Nación. Lamentablemente, se la robaron en los años posteriores.

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En aquellos días, se prometió a Silvio un futuro distinto: ayudas, apoyos para estudiar, un trabajo asegurado cuando creciera e incluso una pensión. Sin embargo, nada de eso llegó a concretarse.

 “Nadie vino más, ni siquiera a preguntar cómo estábamos”, reprochó su madre Hilda, en diálogo con ADNSUR, al recordar que crió una familia numerosa en medio de las adversidades que enfrentó el país en aquellos tiempos: la hiperinflación de 1989 y la crisis del 2001, en medio de desafíos complejos que se atravesaban cuando empezaba cada día.

La cruda verdad es que, con el paso de los años, Silvio debió abrirse camino en los oficios de la construcción sin el respaldo político que parecía garantizado.

Mientras tanto, su madre trabajaba incansablemente para sostener a la familia. En algunas oportunidades, recibieron una caja de comida como un gesto mínimo de ayuda.

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Silvio Coronel y su madre Hilda pertenecen a una familia querida y reconocida en la capital provincial. Les queda la paz interior de haber luchado por sus familias con decencia y una fuerte contracción al trabajo. Con el paso del tiempo, las promesas para el ‘ahijado’ son un amargo recuerdo.

Más dura aún fue la situación cuando uno de los hijos de Silvio enfrentó un cuadro de salud que ameritó su traslado a Buenos Aires.

La familia tuvo que afrontar todo con sus propios medios y con la colaboración de allegados, sin apoyo estatal.

“Viajamos con nuestro propio esfuerzo, sin que nadie se hiciera cargo. Podrían haber al menos cubierto un pasaje o la estadía”, afirmó Silvio, quien tiene 47 años.

Esta historia recuerda el abandono que sufren muchas familias que alguna vez fueron parte de promesas políticas, pero que quedaron al margen abandonadas a la incertidumbre y la lucha diaria.

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Con la humildad que forja el trabajo con rigor físico, sueña con terminar de construir un techo para su familia.

Las palabras de quienes los conocen no dejan dudas: esta familia es un símbolo de dignidad y sacrificio en un contexto donde la ayuda parece condicionar más por interés y política que por justicia.

 “Si te dicen que te van a ayudar, que cumplan. No se puede jugar con la esperanza de la gente”, dice con firmeza su madre.

El ser ahijado del presidente pareció abrir una puerta que luego se cerró de golpe. La visita presidencial en Rawson fue un episodio breve, una ilusión pasajera que hoy pesa en la memoria como una deuda inconclusa del Estado.

Silvio Coronel en su infancia rodeado por sus familiares y por el intendente de Rawson de entonces, Daniel García.

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Silvio, como tantos argentinos, se levantó cada día para luchar por sus hijos, enfrentando burocracia, indiferencia y carencias. Lo hizo con un temple de hierro y la convicción en un futuro mejor, aun cuando aquel golpe de luz inicial se fue apagando.

A pesar de las heridas del pasado, la familia no pierde la esperanza ni la dignidad. En la voz de su madre resuena un mensaje claro: “Queremos seguir adelante, pedir lo justo, pero también recordar para que no se repita.

La memoria no debe ser sólo un recuerdo, sino un compromiso para construir una sociedad más justa.

Esta es la historia de un niño que un día tuvo al presidente Alfonsín como padrino, pero que nunca recibió más que promesas y olvido. Una historia de vida real que interpela y conmueve.

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Y así, Silvio sigue trabajando en la construcción, con la esperanza intacta, recuperando la fuerza que da el amor por sus hijos, mientras resiste y reclama un lugar que le corresponde.

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