27/03/2025 21:51hs.
Marcelo Gallardo agacha la cabeza hasta darse la frente contra el micrófono. Se oyen aplausos de fondo. El Muñeco se incorpora, emocionado. Sonríe antes de cubrirse el rostro, y el video reinicia. El texto del tuit le da sentido al loop, que representa a “los hinchas de River viendo que en el Monumental se hacen goles”.
El meme canaliza con humor ácido la preocupación que le genera al mundo River un problema tan infrecuente como crónico: la dificultad para convertir. Un déficit que se refrenda con números: el promedio de gol de 2025 ya perforó el piso histórico del ciclo MG2.
Algo que se pretende corregir a cortísimo plazo -de ser posible, el primer indicio deberá aparecer mañana ante Central- justo en la víspera de un abri agitado. Por el arranque de la Copa Libertadores pero también por el superclásico que cerrará la etapa caliente del Apertura.
Números que no se celebran
El 0,83 gol por partido empeoró el 0,88 que se registró a fines de octubre, luego del 0-0 en en Monumental frente a Mineiro. La media llegó, de hecho, a niveles incluso más bajos en la tercera fecha (0,67).
Tal es así que tras la igualdad frente a Talleres por la Supercopa Internacional, River alcanzó su peor marca histórica en un arranque de temporada, con apenas siete goles en nueve partidos. Y ya ostenta el récord negativo de transitar 12 primeros tiempos en cero -se frentó frente a Bolívar.
La victoria por Copa Argentina fue en algún punto simbólica: si para algo le sirvió a River, fue para dimensionar el daño futbolístico que sería capaz de hacerle a sus adversarios si pudiera definir mejor como equipo.
Un déficit que además se corporiza en Miguel Borja. Un #9 que ya está usando el giro al descubierto de su confianza y cuyo presente es tema de estudio para el Muñeco: el deté está intentando tratarlo con tacto, evaluando si es más prudente darle un descanso en algún momento o sostenerlo en cancha para que llegue su revancha.
Miguel Borja. Prensa River
Aunque canalizar el problema en un apellido no es pertinente: la deuda es colectiva. El conflicto frente al arco abarca al resto de los delanteros: Facundo Colidio metió tres goles en el año y genera situaciones pero no ha tenido pericia para definir; y Gonzalo Tapia sorprendió por su déficit técnico en sus primeras presentaciones. Pero, al mismo tiempo, el aporte general también cayó.
Aquel fenómeno de atomización de los goles que distinguió al River del Muñeco en su primera etapa ya no tiene tanto peso. Los volantes no marcan tanto. Las métricas certifican que en el primer ciclo MG, el 33,5% de los goles fueron de mediocampistas. Ese índice ahora bajó al 26,8%.
Y aunque los defensores subieron levemente su aporte (11% en la primera etapa; 14% ahora) esa suba no llega a compensar la producción que era decisiva en tiempos de Nicolás de la Cruz, Juanfer Quintero, Carlos Sánchez, o del esplendor de dos talentos aun vigentes, Nacho Fernández y el Pity Martínez, quienes en modo macho alfa sumados convirtieron 67 goles en la era MG1.
Colidio sale lesionado y Gallardo lo saluda.
Es por eso que Gallardo machacó luego del 0-0 ante Riestra que, entre las virtudes que mostró River, “tiene que suceder que Aliendro y Maxi Meza generen situaciones de gol y estén dentro del área”. Casi como si se tratara de una declaración de principios básicos para mejorar la performance frente al arco.
Porque su equipo en la Liga doméstica solo genera 2,9 situaciones claras y promedia 2,4 falladas. Que de 16,5 tiros totales cada 90 minutos manda 7,9 afuera. Un a carencia que tuvo su réplica en el mano a mano con Ciudad de Bolívar: ante un equipo del Federal A, sólo dos situaciones fueron puramente claras, y de 23 remates menos de un tercio (7) tuvieron dirección al arco.
Aunque con cautela Gallardo haya evitado promover lo que llamó “histeria”, el optimismo empuja aunque lo colectivo deberá hacer lo propio.
Para que ese síntoma de despegue que se percibió en el triunfo ante Atlético Tucumán -vigor que se repitió en el “combate físico” con que el Muñeco catalogó a la igualdad ante Riestra- se traslade al campo antes de que comiencen los partidos de fondo de un año tan competitivo como extenso.
Y en que se exigirán resultados, esos que sólo llegarán de las manos de los tan remolones goles.
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