La idea para esta temporada fue que fueran capítulos autoconclusivos y que no haya un arco general” dice Martín Piroyansky, creador, director, coguionista y uno de los protagonistas de Porno y helado. Piroyansky ha logrado crear, con Sofi Morandi (la mejor actriz argentina a la hora de, bueno, la comedia, el musical y uno supone lo que guste) y Nachito Saralegui, alguien que ha comprendido como pocos lo que pueden las redes sociales cuando son comedia absurda, la mejor comedia argentina de la edad dorada de las series. Lejos de modos más simples, lejos de la broma simple del streaming, Piroyansky respira cine en cada instante de su serie. Prime Video debería ser muy feliz: ha logrado algo que ninguna otra plataforma. Es decir, ha logrado un producto libre, que tiene la ferocidad y corazón que hacen que una serie pase de ser un fenómeno a ser algo que se quiere mucho y que algún día se va a extrañar. El mismo Piroyansky habla de la fórmula de la segunda temporada: “La idea del arco de temporada no me gusta. Como cuando veo, no sé, ponele Curb Your Enthusiasm me encanta, pero no tanto como cuando cuenta el arco de la temporada. En ese sentido eso lo hacía más fácil que en la primera temporada, que sí había un arco de estos pibes, que se van armando como una banda y terminan tocando en vivo en el lugar que querían y no lo logran por las cagadas que se mandan. Te organiza el relato, pero a la vez te ancla. La segunda temporada quería que fueron capítulos autoconclusivos, que fueran como películas”.
Por supuesto, una serie así, si bien tiene a Piroyansky, el más contundente contador de historias en este momento de Argentina (su forma de filmar pide a gritos una película, sea comedia o no), tiene otros grandes nombres: Martina López Robol, la coguionista, es una pieza fundamental, que entiende el sistema de Piroyansky. Voley, la ópera primera de Piroyansky es hoy un clásico de culto, pero también demuestra lo difícil de contar a su manera: “Me acuerdo con Voley, que cuando la estrené vinieron muchos técnicos y me dijeron: ‘La verdad pensé que era una mierda, cuando leí el guión pensé era una mierda y ahora que la vi ensamblada la entiendo’. El guión en mi caso, es muy manual de instrucciones, mínima descripción posible, y no mucho más. En la comedia hasta que no lo ves no lo entendés”.
—Hay cosas muy producidas que no se notan, otras simples que funcionan muy bien. ¿Cómo lograste el equilibrio entre los modos de filmar y lo que querías contar?
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—Cuando me pidió Amazon la segunda temporada, me dijeron: “Volá”. Escribí lo que te parezca, del tamaño que sea. Por eso fuimos por algo más ambicioso a nivel producción. En el medio se pinchó la burbuja de las plataformas, todas se empezaron a contraer, y el presupuesto de Porno y helado bajó considerablemente. Pero ya estaba escrita de una determinada manera. Lo hicimos con mucho menos presupuesto. Nos tuvimos que adaptar, y creo que hay algo a la hora de la limitación de presupuesto y producción que ayuda a mejorar las cosas. De hecho, cuando veo, por ejemplo en Netflix, a directores que los llaman para darles casi un cheque en blanco, suelen ser sus peores películas. Poder hacer todo siento que empeora al producto. Estoy acostumbrado a filmar independientemente, por ende entiendo y sé trabajar alrededor de las limitaciones. Esto es mucho más grande, y a mí me cuesta pedir: “Hoy quiero una grúa”. Con los años me acostumbré a pedir cada vez más, pero me parece una locura. Acá, pasó lo contrario, se achicó todo. De hecho, lo dicen los personajes al principio de la serie: “Acá hay menos presupuesto”. Y lo hago parte de la serie. Pero esta temporada a nivel relato es más ambiciosa.
—¿Cómo es la dinámica con los actores, ya que lográs un anclaje muy fuerte en ellos y cualquiera que entra, sea Gimena Accardi o Ángela Torres, entiende el ritmo de la serie?
—La primera temporada, cuyas primeras versiones la escribimos con Santiago Korovsky, después las reescribimos con Martina López Robol, lo que nos pasaba que estaba la idea, la anécdota, todo era distinto. En las reescrituras apareció la personalidad de mi personaje Pablo. Esa personalidad hizo que escribamos todo de nuevo. Cuando tenés un personaje tan sólido, que si pasa tal cosa todos tenemos una idea parecida, ahí empieza a existir la serie. Después apareció Ramón, y con Martina, Ceci. Es un poco el ABC de las series: son de los personajes, te tiene que gustar el universo, la anécdota puede ser mejor o peor, pero en un momento ya son tus amigos y ya estás viviendo en ese mundo. El desafío real es construir universos con sus propias leyes, colores, y más.
—¿Cómo construís entonces las fronteras de ese universo?
— Un poco la premisa de la serie siempre fue que tenga mucha libertad, no achicar las posibilidad. En otras cosas que hice era más limitado, puede haber un chiste visual, puede haber uno más intelectual, puede haber cualquier cosa. Todo puede pasar, y si hay un problema en la trama, se resuelve en voz alta, y ya se resuelve. En sí mismo es un chiste ese entender. Obvio, queremos que todo tenga sentido, sea verosímil, pero está todo permitido. El desafío ahí está en que importe, porque si vale todo, no te importa nada, porque no hay nada en juego y sí nos importa que haya cosas en juego al nivel de los personajes. Pablo se mandó la cagada y quiere que Ramón lo perdone. En un universo como La pistola desnuda, donde cualquier cosa puede pasar, queremos que los personajes sean entrañables y sientas algo por ellos.
—¿Cuán minucioso es el guión y cuánto hay de Sofi Morandi y Nachito Saralegui entendiendo a los personajes y trabajando desde su conocimiento de los personajes?
—La verdad es que no hay mucho espacio para cambiar cosas en el momento, o encuentro agujeros en el guión que tengo que resolver. Por ejemplo, Gime Accardi tiene un chiste de bailar una canción que no tenemos los derechos. Yo quería una canción de los Stones, tiene que haber uno pensaba, ojalá Amazon me lo garpe. Obviamente, teníamos menos presupuesto que antes, y era imposible pedirlo. Y pensé, ¿qué pasa si cuando está amordazado el personaje el personaje de ella baila la canción? Me da pena no improvisar más porque Nachito, que es un genio improvisando y se ve en su trabajo. No tenemos tiempo para improvisar cosas. A la hora del timing soy minucioso con eso, pero justo con Nachito y Sofi la verdad que se trata de dos genios y entienden todo, ellos ya saben cómo hacerlo, y tienen sus opiniones. A veces, Sofi me dice cómo filmar la escena: me dice yo pondría la cámara acá y la haría así. Y tiene razón. Ellos son dos genios, no tengo que estar encima, y todo lo que proponen es buenísimo. Cuando vienen actores nuevos, tengo que meterlos en el tono. Pero suelen ser guiones que solo se hacen de una manera posible, y hay mucha edición. Con una temporada ya en la calle, es más fácil explicar.
—¿Qué representa esta serie para vos?
—Es una serie que fue evolucionando con los años, nació de un capricho, la idea de dos pibes que quieren tener una banda, ese fue el origen. Con los años se modificó, Martina me hizo ver Community y ahí se abrió una puerta más al delirio. Me gusta la serie. Me gustaría hacer otro tipo de tonos. Por eso me gusta esta temporada, donde puedo indagar en otros géneros, me aburro de hacer siempre lo mismo. Me gustó poder probar. Lo tomo todo como un entrenamiento para hacer películas, en el fondo yo lo que quiero es hacer películas. Voley la hice hace diez años y quiero filmar otra película.