El Fondo perdió cualquier poder de negociación

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Viene de ayer de El Fondo hizo un préstamo político

En los primeros cuatro meses de su supuesta Fase III, el Gobierno incumplió el grueso de lo que había acordado con el FMI. Durante un mes y medio, el BCRA no compró un solo dólar en el mercado e intentó forzar el tipo de cambio a volver a niveles de 1.100 pesos, desperdiciando la liquidación de la cosecha gruesa para financiar lo que parecía, lisa y llanamente, un capricho presidencial.

Como la liquidación de la cosecha no fue suficiente para controlar el dólar, decidió intervenir en el mercado de futuros. Actualmente, el BCRA tiene alrededor de US$ 5 mil millones de contratos de futuros abiertos en el mercado, aunque, en el staff report del mes de abril, el FMI decía que las autoridades no preveían intervenir en los mercados de futuros, “a menos que surjan condiciones de mercado desordenadas”.

Las opciones para entender por qué esta intervención ocurrió desde los primeros días del nuevo programa son igualmente aterradoras. La primera es que el programa estaba diseñado en forma errónea y, desde el inicio, las condiciones de mercado fueron desordenadas para forzar la intervención del BCRA. La segunda, que el documento publicado por el FMI es papel pintado para Caputo y su equipo y, a efectos prácticos, no les importa cumplir con lo que (según sus palabras) era un programa diseñado por ellos.

Así llega el último staff report publicado el 1° de agosto. Este documento, en teoría, sirve como una “evaluación técnica del programa”. Bien podría ser un documento que diera razones para entender el accionar del Gobierno, pero no es el caso. Lejos de expresar preocupación por los puntos mencionados, le otorgó al Gobierno un waiver por el incumplimiento de la meta de reservas, hizo silencio sobre la intervención en futuros y se limitó a escudarse en el trabajo fiscal que hizo el Gobierno para justificar su decisión.

Como mirada general del documento recién publicado, lo que queda claro es la complicidad del FMI con el Gobierno. Validó todo su accionar que, literalmente, va en contra del programa firmado en abril. Solo para repasar rápido el derrotero, recordemos que el Gobierno (i) incumplió la meta de reservas; (ii) tampoco cumplió la meta monetaria (NDA por sus siglas en inglés) que era una meta “indicativa”; (iii) intervino en el mercado de futuros, que era una medida que ocurriría en casos excepcionales; (iv) no cerró en tiempo la primera revisión del acuerdo.

El escudo para hacer la vista gorda en todos los aspectos mencionados fue el esfuerzo fiscal “adicional” del Gobierno que, paradójicamente, no fue incluido como meta ajustada en la última revisión. Es más, por primera vez desde la emisión de instrumentos capitalizables de corto plazo (llamadas Lecap), el Fondo dejó de hacer la vista gorda y reconoció que, a pesar del superávit primario, si se cuentan los intereses capitalizados por la deuda del Tesoro, el Gobierno tiene déficit financiero de 1,2% para los primeros cinco meses del año, que implicaría un déficit financiero anualizado en el orden del 2,5-3%.

Esta es la historia de sumisión total que tenemos actualmente. El FMI ignoró los incumplimientos y, además, movió la revisión de septiembre de 2025 para enero de 2026 y desembolsó otros US$ 2 mil millones. Con esto, evita que la evaluación del programa afecte las elecciones y ya no tiene que darle más fondos a la Argentina hasta nuevo aviso.

Las decisiones que tomó, además de ser difícilmente defendibles, destruyen la noción misma de condicionalidad que debería tener el programa: el organismo actuó para blindar políticamente al Gobierno de cara a las elecciones, no para controlar que se ejecute adecuadamente lo pactado y que eso sirva para estabilizar la economía argentina.

Dada esta actitud genuflexa, es imposible imaginar que el organismo después pueda transformarse en un auditor razonable. Aunque quisiera hacerlo, ya perdió cualquier poder de negociación con este gobierno. De los US$ 20 mil millones previstos para un programa de 48 meses, ya desembolsó US$ 14 mil: el 70% de los fondos en apenas cuatro meses. Ese número lo dice todo. Con los dólares entregados por adelantado, no hay forma de presionar ni de auditar de manera creíble. No hubo ni habrá negociación real. El Fondo quedó atado a la voluntad de un gobierno que, hasta ahora, no se mostró inclinado a cumplir, sino más bien a llegar cómodo a las elecciones.

Una vez más, el FMI otorga financiamiento a un gobierno no peronista en tiempo récord, con controles limitados, objetivos vagos y sin control. Optó por respaldar la estrategia electoral del Presidente y nunca estuvo sobre la mesa realizar un programa económico que le sirviera a la Argentina. Por el contrario, los requerimientos mínimos se definieron para asegurar los recursos que le permitieran al Gobierno llegar a las elecciones.

Fue un préstamo político que marca el sendero para lo que viene. El Fondo hará todo lo necesario para justificar el préstamo que le dio al Gobierno, cuya función, en definitiva, es financiar su campaña de medio término.

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