Liderar es, ante todo, conectar. Conectar con las personas, con sus ideas, con sus historias, con sus temores y con sus sueños. A lo largo de mi experiencia, entendí que no alcanza con escuchar para responder. Hay que escuchar para comprender. Y que ese se sienten seguras para compartirlas.
En un contexto donde la tecnología avanza a toda velocidad, acompañar, escuchar y estar presentes genera verdadero trabajo en equipo. Esa cercanía facilita la adaptabilidad frente a las necesidades de los clientes y del mercado, y nos permite comunicar situaciones entendimiento es el punto de partida para cualquier liderazgo que aspire a ser genuino.
En este sentido, el liderazgo empático es la capacidad de conectar desde lo humano, antes que desde lo jerárquico. No se trata de ser «el líder simpático», sino de construir confianza verdadera.
Porque la empatía se demuestra en lo cotidiano, en los pequeños gestos que validan y reconocen a la otra persona. En nuestro entorno laboral, la empatía cumple un rol central. Nos permite detectar talentos ocultos, como el de alguien introvertido que puede ser un genio creativo si se le da espacio.
Nos ayuda a prevenir conflictos, actuando a tiempo cuando notamos frustraciones. Y es también el motor que impulsa la innovación: las mejores ideas aparecen cuando las personas que muchas veces implican cambios necesarios para cumplir nuestros objetivos. Nada de eso sería posible sin empatía, sin conocer a fondo a nuestra gente y sin el profesionalismo que llevamos como bandera.
Fomentar un liderazgo colaborativo también implica romper con jerarquías invisibles. En el día a día, es clave transmitir que todas las ideas valen, más allá del cargo de quien las proponga. El feedback es una herramienta fundamental: habilitar una retroalimentación 360°, donde también recibo devoluciones de mi equipo, genera crecimiento conjunto. Además, es importante entender que los errores no deben ser condenados: cuando se brindan herramientas para prever posibles fallas, se elimina el miedo y se fomenta la colaboración.
El valor del error
Además, es importante entender que los errores no deben ser condenados. Muchas veces, en entornos exigentes, el error se percibe como un fracaso. Pero cuando se brindan las herramientas necesarias para prever posibles fallas y también para aprender de ellas, se elimina el miedo y se fomenta la colaboración. Nadie innova desde el temor. La innovación nace del permiso para equivocarse y del compromiso por aprender.
Otro desafío cotidiano es encontrar el equilibrio entre tomar decisiones y construir consensos. No siempre es fácil, pero tampoco es imposible. Escuchar todas las voces, considerar las variables y explicar el «porqué» detrás de una decisión difícil es parte del proceso.
Esa forma de trabajo ayuda a evitar que las diferencias se conviertan en conflictos. Y, sobre todo, permite que el equipo comprenda que sus opiniones no solo son bienvenidas, sino que impactan en el rumbo que tomamos.
En este camino de transformación cultural, las nuevas generaciones juegan un rol clave que nos impulsa hacia formas de liderazgo más horizontales. Vienen con otras preguntas, con otras exigencias, con otra mirada. Nos interpelan. Y eso es muy positivo.
Nos enseñan que, su manera de vincularse con el trabajo pone en valor la inspiración por sobre la jerarquía. Buscan propósito, impacto social, resultados transparentes y libertad para expresarse. Respetan y valoran la pluralidad de voces, el ser escuchados, y eso también es clave para construir equipos verdaderamente colaborativos.
El liderazgo empático no es una postura, es una práctica. Una forma de estar presente, de abrir espacios, de tomar decisiones con apertura, pero con firmeza. Es saber que detrás de cada plan, cada proyecto, cada meta, hay personas. Y que, sin personas comprometidas, valoradas y escuchadas, ningún objetivo es verdaderamente sostenible.
César Cambusso
Estamos atravesando un cambio de paradigma. Uno que deja atrás el liderazgo autoritario y competitivo, para dar lugar a una forma más colaborativa, consciente y humana de conducir equipos. No se trata solo de adaptar procesos, sino de repensar qué significa liderar y para qué lo hacemos.
Hoy más que nunca, necesitamos líderes capaces de conectar, de empatizar, de construir comunidad. Porque solo así construiremos organizaciones más sólidas, más innovadoras y humanas.
(*) Gerente nacional de Softtek Argentina.