Ana Frank, a 81 años de su última entrada al diario: una voz contra la deshumanización

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«Sé exactamente cómo me gustaría ser, cómo soy… por dentro. Pero, por desgracia, soy como soy… una mezcla de todo». Ese fue el último párrafo que Ana Frank escribió en su diario antes de ser detenida el 4 de agosto de 1944. Aquel cuaderno de tapas a cuadros rojos y blancos, que empezó como un regalo de cumpleaños en 1942, se transformó con el tiempo en uno de los testimonios más leídos del siglo XX. No por su valor documental, ni por su mirada política, ni siquiera por su estilo, sino por algo más difícil de clasificar: su profunda humanidad.

Aquel viernes de agosto de 1944 a las diez de la mañana, oficiales de la Gestapo, la policía secreta del régimen nazi, ingresaron al edificio de la empresa Opekta, en el número 263 del canal Prinsengracht, en Ámsterdam. Guiados por un delator cuya identidad aún genera debate, accedieron a una habitación oculta detrás de una estantería. Allí encontraron a ocho personas escondidas desde hacía más de dos años. Entre ellas estaba Ana, de 15 años. Vivía allí con sus padres, Otto y Edith Frank, su hermana Margot, y la familia Van Pels. A ellos se había sumado en 1942 un dentista llamado Fritz Pfeffer.

«He llegado a la conclusión de que, por duro que sea, el sufrimiento forma parte de la vida (…) Las personas libres jamás podrán concebir lo que los libros significan para quienes vivimos encerrados (…) Tengo miedo de que nos descubran y nos fusilen. No sólo a nosotros, sino también a quienes nos están ayudando. Eso es lo que más me atormenta», fueron algunas de las frases que escribió Ana Frank, en los meses anteriores a su captura.

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«La casa de atrás»: el diario de Ana Frank

Durante los dos años que permaneció escondida, Ana Frank escribió un diario íntimo que comenzó como un regalo de cumpleaños, recibido poco antes de entrar al escondite en julio de 1942. En sus páginas relató la vida cotidiana en el encierro, sus pensamientos, conflictos familiares, reflexiones personales, sus sensaciones amorosas y también sus aspiraciones literarias.

El 1° de agosto de 1944, apenas tres días antes de su detención, Ana escribió la que sería su última entrada. En ella reflexionaba sobre su carácter y la distancia entre cómo se mostraba ante los demás y cómo se sentía realmente.

«Siento que estoy dividida en dos. Una Ana superficial, alegre, que se ríe de todo, y otra Ana mucho más profunda, que solo se muestra cuando estoy completamente sola», fue uno de sus últimos registros. A partir del 4 de agosto, el diario quedó abandonado en el escondite. Fue conservado por Miep Gies, una de las personas que había ayudado a la familia Frank a ocultarse, y entregado a Otto Frank luego del final de la guerra.

Ana Frank comenzó a escribir su diario el día en que cumplió 13 años, el 12 de junio de 1942

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Los ocho habitantes del escondite fueron arrestados y enviados al campo de tránsito de Westerbork, en el norte de los Países Bajos, para luego ser derivados a Auschwitz-Birkenau, el campo de exterminio ubicado en Polonia que se convirtió en un símbolo del Holocausto judío.

En octubre de 1944 Ana fue trasladada junto a su hermana Margot al campo de Bergen-Belsen, en Alemania. Ambas murieron allí, posiblemente en febrero o marzo de 1945, a causa de tifus. La fecha exacta de su muerte no está documentada. Otto Frank, único sobreviviente de los ocho detenidos, regresó a Ámsterdam después de la guerra y fue quien decidió publicar el diario de su hija. El libro fue editado por primera vez en neerlandés en 1947, con el título Het AchterhuisLa casa de atrás»).

La Casa de Ana Frank, tal como se veía en la década del 40, cuando la familia Frank la alquiló como local comercial

Desde su publicación, El diario de Ana Frank fue traducido a más de 70 idiomas y ha vendido más de 30 millones de ejemplares en todo el mundo. Se convirtió en un símbolo de los crímenes del Holocausto y en una referencia educativa sobre los efectos de la persecución y la intolerancia durante la Segunda Guerra Mundial.

El lugar donde Ana y su familia se ocultaron es hoy la Casa de Ana Frank, un museo ubicado en el mismo edificio de Prinsengracht 263, que recibe más de un millón de visitantes por año. En Argentina, funciona desde 2009 la Casa Ana Frank en Buenos Aires, con fines educativos y con el objetivo de promover los derechos humanos y el diálogo intercultural.

CD/ML

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