De la causa por fentanilo, que investiga el escándalo de casi 50 pacientes internados que, tras recibir dosis contaminadas de ese potente calmante, terminaron muertos, cuelga una pesada pregunta: por qué los responsables de HLB y Ramallo, los laboratorios que fabricaron el fentanilo contaminado, se subieron, en 2020, al avión de la misión oficial a Rusia que fue a negociar, en secreto, la vacuna Sputnik contra el Covid.
Hasta este viernes eran 54 pero ahora son 48 los fallecidos por las infecciones bacterianas que les habrían provocado las ampollas de fentanilo presuntamente producidas con malas prácticas de fabricación, precisaron fuentes de la investigación a Clarín, en base a una actualización de casos que hizo el Instituto Malbrán, centrada en aclarar los casos de víctimas no confirmadas aún.
Pero vayamos a octubre de 2020. Es sábado y la fecha es 17. Faltan tres días para que los argentinos cumplan siete meses encerrados en sus casas, según determinó el decreto de Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO), dictado por el entonces presidente Alberto Fernández. Hace medio año que se sueña con una vacuna contra el (todavía llamado) coronavirus. Algo, que parece bueno pero también genera desconfianza porque tiene a un autócrata como el presidente ruso Vladimir Putin detrás, empieza a brotar: la posibilidad de acceder a una vacuna cuyo desarrollo, dicen, está muy avanzado.
En noviembre se revela un viaje que hizo la inminente ministra pero todavía vice de Salud, Carla Vizzotti (porque para el desplome del vacunatorio VIP y la consecuente salida del Gobierno de Ginés González García faltan unos meses). Fue a Rusia en una misión secreta para negociar la mencionada vacuna contra el Covid. Varias personas fueron con ella. Algunas importan especialmente ahora.
Es el caso de Ariel García Furfaro, el hombre que tres años antes había levantado de la quiebra al laboratorio HLB y que además era socio de un personaje cuestionado ya entonces: Jorge Salinas, dueño de Laboratorios Ramallo, la usina de producción de HLB. O sea, las dos compañías involucradas en la causa federal que hace más de dos meses investiga las muertes por fentanilo.
Quiénes son Jorge Salinas y Ariel García Furfaro
En estos días, los familiares de las víctimas ansían que se haga justicia y se determinen responsables concretos. Con eso en la mira, uno bien podría preguntarse qué tiene de malo que alguien como García Furfaro o mismo Salinas, dos empresarios despreciados en el mundo farma, pero que -guste o no- produjeron insumos farmacosanitarios que les vendieron durante varios años a muchas provincias, se hayan subido al avión oficial a Rusia, en plena emergencia sanitaria, con la intención de producir la vacuna rusa acá.
Cuando uno dice Jorge Salinas habla de un hombre con lazos directos a los nombres de la “mafia de la efedrina” (capítulo que en 2008 dio lugar al inolvidable triple crimen de General Rodríguez) y que protagonizó dos historias separadas por diez años que conducen al mismo lugar.
1) Haber sido denunciado en 2006 por la ahora legisladora y entonces interventora del PAMI Graciela Ocaña, por su responsabilidad en el desvío de jugosos fondos del PAMI y, 2) haber sido el dueño de un laboratorio rosarino llamado Apolo, cuya caldera explotó en 2016 (por el evidente descuido en las condiciones de la planta) y provocó al menos cinco heridos. Por su gusto por la bijou dorada, en Rosario le decían “el Leo Mattioli rubio”.
De él era socio García Furfaro, el hombre que se subirá (con dos allegados suyos) al avión en el que el Gobierno iba a Rusia. Se pueden dejar de lado datos accesorios, como que hasta hace poco era socio del sindicalista Víctor Santamaría (en el grupo Octubre), que supo militar en la agrupación de Alicia Kirchner “Kolina” y tuvo una verdulería barata en el barrio de Flores a la que llamó “Colina”, o que cuando trascendieron las muertes por fentanilo dijo que en realidad le había vendido HLB a Sebastián Nanini, ex abogado de Lázaro Báez, ligado al intendente de José C. Paz, Mario Ishii. Como sea, la vida pública de García Furfaro es una enmohecida mochila de problemas.
Protagonizó escenas bochornosas y apretadas a terceros, algunas disponibles para el público en videos inquietantes, que transcurren en escenarios variados, sea un tribunal o, por qué no, un hipódromo. Juntas resumen un perfil, que quizás haya tenido su ápice varios años antes. Cuando García Furfaro terminó preso.
Del alcohol al fentanilo contaminado
Ahora estamos en 2002, casi 20 años antes de la vacuna rusa y 23 años antes del fentanilo. Peleado furiosamente con un empleado de su restaurante, el empresario terminó condenado por el Tribunal Oral Criminal Nº2 de San Martín a siete años de cárcel. El delito: tentativa de homicidio. Lo hallaron culpable de haber rociado a Francisco Lupa Cayo con alcohol fino. Las quemaduras le afectaron el 65% del cuerpo.
Pero en la Unidad Penal Nº 9 de La Plata, García Furfaro se recibió de abogado y conoció a otro preso, Jorge Salinas, a quien terminó representando legalmente y de quien terminaría siendo socio en el mundo farma. ¿La razón del éxito de sus productos? Los precios eran una ganga.
A la distancia, uno diría que “la vieron”. Se adelantaron a cerrar negocios con países asiáticos para traer barbijos, por ejemplo, o tests de Covid baratos cuando más hacían falta, una movida que en los años siguientes se plasmaría en numerosas licitaciones de productos farmacéuticos en buena parte del país.
Llegados de nuevo a 2020, la historia se bifurca: se puede seguir el camino de las muchas advertencias desoídas que hizo les hizo la ANMAT a estos laboratorios y terminar en el drama del fentanilo que mató a 48 personas o, en cambio, quedarse en la segunda mitad de 2020.
Los límites de la comitiva a Rusia
Esta nota se basa en entrevistas con seis fuentes reservadas de distintos sectores, empapadas de lo que pasó en esos días. Surgen nombres, fechas, lugares e intereses particulares. Pero, para resumir, la historia tiene dos grandes versiones: la que deja mejor y la que deja peor parado al ex Gobierno y, particularmente, al ex Ministerio de Salud, según su grado de involucramiento (entre nada y hasta las manos) con García Furfaro y sus turbulencias.
Es sabido que el vuelo a Moscú del 17 de octubre de 2020 hizo escala en Londres y estuvo encabezado por la vice Carla Vizzotti y la asesora presidencial Cecilia Nicolini. En categoría de veedora-asesora ad honorem (y hay quienes suman, “informante del minuto a minuto” del ministro de Salud bonaerense Daniel Gollán y su sucesor, el entonces viceministro Nicolás Kreplak), también se subió al avión la farmacéutica Raquel Méndez, esposa de Gollán, quien hasta 2015 había trabajado en el Instituto Nacional de Medicamentos (INAME-ANMAT).
Por fuera de la comitiva (o en el límite de ella, según a quién se le pregunte) viajaron tres empresarios de HLB encabezados por Ariel García Furfaro, más una empresaria santacruceña: Mariana De Dios, hija de Ángel De Dios, ex presidente del Tribunal de Cuentas de Santa Cruz e íntimo del ex presidente Néstor Kirchner. Clarín intentó hablar con ella, pero al cierre de esta nota no se había respondido el contacto. Es CEO de una empresa de soluciones tecnológicas para salud llamada Traditum y el periodista Jorge Lanata la definió varias veces como “los ojos de Cristina”. Una de las fuentes insistió en que en realidad ella “es Cristina”.
Nada de esta historia tiene desperdicio. Se dijo entonces y también ahora que el lobby entre Argentina y Rusia lo llevó el cineasta Fernando Sulichin, presente en Moscú cuando llegó la comitiva argentina. Su relación con Putin se remontaba a una producción -en alianza con Oliver Stone- centrada en el líder ruso, suerte de saga que incluía producciones sobre Fidel Castro y Hugo Chávez.
Ahora bien, ¿cómo es que llegó García Furfaro a ese avión?
HLB y Sputnik: un viaje secreto
Dos de las fuentes consultadas aseguraron que ni Vizzotti ni Nicolini conocían a Salinas o García Furfaro ni tenían idea de que en ese avión viajaría la gente de HLB. “Se enteraron en el momento de subir al avión”, dijo una de esas voces. Otras tres consideraron inverosímil esa versión, alegando que «es imposible» que no lo supieran y hasta avalaran.
En este punto, aparece una versión intermedia, y se que ellas sabían que ellos iban en el avión a negociar con la misma gente que ellas, pero era un contexto de «muy pocos vuelos», en el que cada uno -HLB, por un lado, y el Gobierno por el otro- «tenía su propia agenda». Además, sumó una de las personas, “era un momento en que muchos actores ofrecían ser mediadores para traer vacunas. A todos el Gobierno les contestaba que la negociación se haría entre estados, sin intermediación”.
Nadie niega que HLB ya tenía negocios con Rusia desde hacía meses (cuando “la vieron” y empezaron a traer insumos). El viaje con la comitiva oficial era el segundo que hacían, confirmó una fuente estrechamente relacionada con el laboratorio.
Uno de los relatos -basado en una conversación directa con Ariel García Furfaro- estableció que HLB ya había viajado para concretar la compra de medicamentos contra la diabetes (en Rusia eran más baratos que en Estados Unidos y Europa) y que fue entonces cuando los rusos le hablaron a García Furfaro de una vacuna que tenían en marcha. Se llamaría Sputnik, en homenaje al innovador programa de exploración espacial de los años 50 de la entonces URSS.
Sputnik: la ilusión de García Furfaro
“A García Furfaro le preguntaron si no quería ser representante de la vacuna en la Argentina. Se la ofreció al Gobierno, pero no le dieron bola. Finalmente, logró el ‘entre’ para estar en ese momento por la provincia de Buenos Aires”, contó el interlocutor de Clarín, parafraseando a García Furfaro. Pero, ¿quién le hizo el entre? ¿Cómo llegó al avión? Según esta persona, García Furfaro “tiró varios nombres». Mencionó a los responsables de Salud de la Provincia, Gollán y Kreplak, y «habló de gente vinculada a Cristina».
Esa misma fuente que habló del «entre» cuestionó que el juez Ernesto Kreplak, hermano del actual ministro de Salud bonaerense, no se haya apartado de la investigación del fentanilo cuando el sorteo hizo que la causa recayera en su juzgado. No obstante, desde el entorno del magistrado resaltan su imparcialidad y consideran que la investigación avanza firme.
Volviendo a Rusia, HLB no sólo habría viajado previo al viaje del Gobierno sino que tenía una carta de intención del Fondo Soberano ruso: “Era un acuerdo entre partes que mostraba el interés ruso. La carta fue presentada al Gobierno local. Y como acá no tenían nada, surgió el interés”.
Pero, dado que “Rusia no tenía suficientes dosis para sustentar tantos pedidos, se barajó la posibilidad de fabricar la vacuna en Argentina. Y así fue como nació el segundo viaje de HLB, que incluyó a Vizzotti y a su comitiva, con el objetivo de evaluar la capacidad técnica para fabricarla acá, con una planta ‘llave en mano’ de origen chino”.
HLB: todo lo que sube, tiene que caer
¿Es cierto que Argentina no tenía «nada» en materia de vacunas Covid? ¿Fue el viaje en busca de la Sputnik un manotazo de ahogados? Eran días difíciles y movidos por la cantidad de intereses contrapuestos que se ponían en la mesa del Gobierno.
Por un lado, desde mediados de 2020 se mantenían conversaciones con Pfizer, los creadores de la primera vacuna contra el Covid autorizada por la OMS. En noviembre de ese año, justo antes de que empezaran los cortocircuitos en las negociaciones, Alberto Fernández dijo que podrían venir algunas dosis al país.
Por otro lado, pesaba mucho (o muchísimo) que el ministro de Salud, Ginés González García, pujara en favor del laboratorio AstraZeneca, cuya vacuna -dijo el Gobierno en septiembre de ese año- podría llegar a producirse en el país de la mano de la empresa mAbxience. Es una de las patas «farma» del Grupo Insud, propiedad del empresario Hugo Sigman, hombre muy cercano a Ginés González García.
En esa marea, HLB no tuvo las de ganar. Hay quienes aseguran que los rusos le bajaron al pulgar porque les resultó inadmisible que García Furfaro tuviera antecedentes penales. Otros apuntan que no fue así y que Ginés impulsó la salida del HLB de la negociación.
Cinco años después de esos episodios, hay dos versiones parecidas. La primera es que Ginés eligió no viajar a Moscú y mandó a su vice porque ni tenía intenciones de negociar con Rusia ni (mucho menos) con HLB, con miras a concretar el acuerdo con AstraZeneca. La segunda, que sus intereses no eran menores, pero sacó de la cancha a HLB porque sabía con quienes se metía. Como dijo una fuente, «Ginés tenía sus cosas, pero de boludo, ni un pelo».