Interna libertaria: Bullrich, Villarruel y el Senado en juego

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En tiempos donde las palabras públicas rara vez coinciden con los movimientos subterráneos de la política real, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich se esfuerza en desmentir su eventual candidatura al Senado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sin embargo, en una serie de gestos cuidadosamente orquestados por la Casa Rosada, el presidente Javier Milei y la propia funcionaria indican lo contrario: el oficialismo considera su postulación no solo como una carta fuerte para traccionar votos en territorio porteño, sino también como una jugada estratégica para reordenar la interna libertaria en la Cámara alta y restarle poder a una figura incómoda y cada vez más desafiante: Victoria Villarruel.

El escenario se volvió más evidente este fin de semana, cuando Milei subió una foto desayunando con Bullrich en Olivos. Acompañó la imagen con un mensaje en el que destacaba la “defensa de los logros” del Gobierno y trazaba “nuevos objetivos” de cara a octubre. El tono cálido del mensaje —y el ritual ya habitual de compartir  domingos con su ministra de Seguridad— no fue casual. La foto pretendía hacer explícito un respaldo personal y político en medio del vendaval que golpea al oficialismo tras su derrota parlamentaria en el Senado y los cruces cada vez más ásperos entre el Presidente y su vicepresidenta.

Bullrich, por su parte, replicó la imagen en sus redes con una frase elocuente: “Con Javier defendemos ese rumbo frente a los de siempre, que quieren romper todo con tal de volver al poder. Nuestra respuesta: más transformaciones, más libertad, más prosperidad”. No hubo ni una sola mención a las especulaciones electorales, aunque todo el tono del mensaje referencia a la batalla electoral.

Candidata polifuncional

Desde hace semanas, Bullrich cumple un papel doble dentro del oficialismo: por un lado, actúa como rostro visible del ala dura libertaria, alineada con la estrategia de confrontación de Milei. Por el otro, emerge como fusible frente al desorden institucional que generó el accionar de Villarruel en el Senado. La vicepresidenta fue acusada por el Presidente de haber “traicionado” al Gobierno al habilitar una sesión autoconvocada en la que se aprobaron leyes opuestas a la política mileista: moratoria previsional, aumento de jubilaciones y emergencia en discapacidad. Bullrich fue una de las primeras funcionarias en salir al cruce: “Villarruel es igual a los kirchneristas. Gasta y no dice de dónde va a salir la plata”, lanzó en declaraciones a LN+.

La ministra también apuntó contra el “doble estándar” de Villarruel al criticar los fondos destinados a la SIDE pero sin mencionar los gastos del Senado, y acusó a la vicepresidenta de querer “volver a la enfermedad de la emisión, la inflación y la pobreza”. Su discurso sirvió como anclaje narrativo para blindar al Presidente y marcar un contraste explícito entre dos modelos: el del ajuste ortodoxo que encarna el Ejecutivo y el “populismo disimulado” que, según Bullrich, representa la vice.

Vice anticipada

En este marco, el nombre de Bullrich suena cada vez más fuerte como candidata al Senado por la Ciudad. La elección en CABA —una de las ocho jurisdicciones que renuevan bancas en la Cámara alta— es clave para el oficialismo. No solo por el peso específico de los escaños, sino porque allí La Libertad Avanza no irá en alianza con el PRO. Es decir, Milei necesita una figura con peso propio que pueda competir, contrarrestar la potencia residual del macrismo porteño y captar votos liberales, republicanos y antikirchneristas en simultáneo.

Bullrich encarna todo eso. Su perfil ideológico es afín al mileísmo, tiene base electoral consolidada en la Ciudad, experiencia parlamentaria y un nivel de conocimiento nacional que muy pocos dirigentes pueden igualar. Además, su candidatura resolvería dos problemas a la vez: blindaría la elección en un distrito central y le permitiría al Gobierno incorporar una voz leal en el Senado, que funcione como contrapeso a una Villarruel cada vez más autónoma y crítica.

Bullrich lo niega

En público, Bullrich insiste en que no será candidata. “No hablamos de eso con el Presidente”, aseguró tras el desayuno en Olivos, y subrayó que la conversación giró en torno a “los logros del gobierno y los desafíos hacia adelante”. Pero esa negativa tiene más de táctica que de convicción. En la lógica electoral actual, admitir una candidatura antes de tiempo puede significar quedar fuera de juego. La ministra todavía está al frente de una cartera sensible y su salida debe ser cuidadosamente administrada, sobre todo cuando el Gobierno aún enfrenta problemas de seguridad sin resolver. Entre los posibles reemplazos ya se mencionan nombres como el intendente Diego Valenzuela o la actual secretaria de Seguridad, Alejandra Monteoliva.

Además, la candidatura de Bullrich aún debe resolver tensiones internas. Aunque Milei y su círculo más próximo la respaldan, otros sectores aún no digieren del todo su presencia, por considerarla un “resabio del sistema político tradicional”. Sin embargo, el pragmatismo electoral se impone: si el oficialismo quiere hacer una buena elección en CABA y apuntalar su base legislativa, Bullrich parece ser el camino más eficaz.

Disputa con Villarruel

El trasfondo de esta historia es la reconfiguración del poder dentro del propio oficialismo. La vicepresidenta ha empezado a construir un capital político propio, con base en sectores nacionalistas y conservadores que se sienten más representados por ella que por Milei. En las últimas semanas, Villarruel cambió su equipo de asesores, sumó militares retirados al Senado, fortaleció su discurso patriótico y dejó entrever que su proyecto político no necesariamente se agota en acompañar al Presidente.

Para Milei, ese perfilamiento es una amenaza. Y para Bullrich, una oportunidad. Si la ministra llega al Senado con un caudal importante de votos, se convertirá en la referente oficialista más poderosa en la Cámara alta. Su presencia permitiría al Presidente equilibrar la relación de fuerzas y evitar que Villarruel consolide una bancada paralela o —peor aún— se convierta en una figura de oposición interna.

Octubre como plataforma

Más allá del corto plazo, una candidatura de Bullrich tiene un valor estratégico de cara a 2027. Si consigue una elección sólida, podría posicionarse como aspirante natural a la Jefatura de Gobierno porteña, aunque también suena como eventual vice de un segundo mandato de Milei. En ese juego de mediano plazo, la senaduría sería una plataforma ideal para relanzar su carrera ejecutiva, sin abandonar del todo el radar de la política nacional.

Por ahora, todo es negación y especulación. Pero en política, como se sabe, los silencios suelen decir más que las declaraciones. Y en este caso, los desayunos en Olivos, los ataques coordinados a Villarruel y la insistencia del Gobierno en convertir a Bullrich en su escudo narrativo, sugieren que su nombre estará en la boleta de octubre, aunque ella aún no lo admita.

por R.N.

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