Vaca Muerta, entre el boom inmobiliario, los «gaps» energéticos y la deuda industrial

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Mientras buena parte del país atravesó una semana complicada por la escasez y cortes en la provisión de gas, un rincón del mapa argentino desata el interés de desarrolladores urbanos, empresas de servicios y potenciales inversores: Añelo, la localidad neuquina ubicada en el corazón de Vaca Muerta.

Este medio participó de una visita organizada por la compañía Grupo Edisur a las localidades de Neuquén y Añelo para conocer más de cerca la realidad productiva, industrial y del real estate en esa región. La impresión de que se vive algo muy parecido a “la fiebre del oro” está palpable en el ambiente, aunque todavía hay sectores con cautela.

Damian Tabakman, presidente de la Cámara Empresaria de Desarrolladores Urbanos (CEDU), lo explica sin rodeos: “En tres minutos se nos llenó una comitiva con desarrolladores de todo el país para visitar Añelo. Ya tenemos un segundo viaje planificado”. La razón es sencilla: donde el resto del país ofrece márgenes flacos y baja rentabilidad, Vaca Muerta aparece como una oportunidad de negocio concreto y, en algunos casos, con retornos del orden del 14%.

Según Tabakman, el desarrollador “tiene que mantener la compañía viva” en un contexto macroeconómico adverso. En ese sentido, Neuquén aparece como una excepción que genera entusiasmo. “En la Argentina todo se encareció en dólares: salarios, combustibles, materiales de construcción. Pero los precios de venta de los inmuebles nuevos no se actualizaron. En muchos casos, el margen desapareció, y los desarrolladores están literalmente bajo el agua”, señala. Añelo, en cambio, presenta márgenes que “en ningún lugar del planeta” se encuentran: construir por US$ 1.200 el m² y vender a US$ 3.000, asegura.

Sin embargo, Tabakman es consciente de que invertir en esa localidad implica un riesgo no menor. “No estás comparando peras con peras”, aclara, al distinguir la renta de un departamento en Córdoba o en u barrio de Buenos Aires respecto a uno en Añelo. “En Palermo si necesitás vender, ponés un cartel y lo hacés. En Añelo no hay mercado secundario líquido. El inversor tiene que entender que es un producto ilíquido, no puede salir cuando quiere”.

Pese a todo, las expectativas de crecimiento son alentadoras: “Las petroleras como Pampa Energía nos hablan de miles de millones de dólares por año en inversión. Si el modelo económico se mantiene por una década, el cambio puede ser cuántico”, afirma. La analogía con el menemismo no es casual. Para Tabakman, si se consolida una etapa de estabilidad de largo plazo, la aceleración de la inversión petrolera puede convertirse en un motor de desarrollo no solo para Neuquén, sino para el país.

Bajo impacto en industria. No obstante, el entusiasmo inmobiliario contrasta con la mirada del economista Jorge Vasconcelos, investigador del IERAL de la Fundación Mediterránea. En un documento reciente advierte que el efecto multiplicador aguas abajo todavía es muy limitado. Allí remarca que si bien se reconoce que la explotación no convencional ha dinamizado el entramado de proveedores de bienes y servicios en la zona, el derrame hacia la industria manufacturera nacional está lejos de consolidarse.

“El efecto multiplicador aguas abajo recién está comenzando y tiene más que ver con el gas que con el petróleo”, explica Vasconcelos. El gas, en tanto fuente de energía más barata y abundante, podría ser una ventaja comparativa relevante para industrias intensivas en consumo energético. Sin embargo, las inversiones necesarias para aprovechar esa ventaja “son proyectos de lento recupero”, condicionados por un “alto riesgo país y factores institucionales como la necesidad de reformas impositivas y laborales”.

El caso de Estados Unidos es el ejemplo más citado: desde el boom del shale en 2009, ese país logró frenar la caída de la participación industrial en su PBI, en parte gracias a los menores costos energéticos. En Argentina, Vasconcelos señala que estamos “en el umbral de esa etapa”. La infraestructura para distribuir gas internamente apenas se está completando y la industria nacional todavía no ha reaccionado con inversiones transformadoras. Las actividades que podrían beneficiarse –fertilizantes, fundiciones, vidrio, cartón, productos químicos– no han tenido todavía el impulso esperado.

Esto marca una diferencia clave con el optimismo del sector inmobiliario: mientras los desarrolladores urbanos corren a Añelo a captar valor en la renta de corto plazo o la plusvalía futura, el impacto en la economía real e industrial es, por ahora, más potencial que efectivo.

Este desfasaje entre expectativas y realidades plantea una pregunta incómoda: ¿puede Vaca Muerta ser el motor de una nueva etapa de crecimiento sostenido, o seguirá siendo una isla productiva sin verdadero impacto sistémico? Para Tabakman, el camino está en marcha y es cuestión de tiempo y previsibilidad política: “Si este modelo dura diez años, las chances de que lo que las petroleras prometen se concrete son altas. Y si eso sucede, estamos todavía muy temprano. El que entra hoy puede ganar 25 pasos de ventaja”.

Vasconcelos, por su parte, prefiere la cautela técnica: sin reformas estructurales que bajen el costo país y sin proyectos industriales concretos que capitalicen el gas disponible, la oportunidad de Vaca Muerta seguirá siendo eso: una promesa. El caso estadounidense, sostiene, demuestra que el gas barato puede frenar el retroceso industrial. Pero también deja claro que ese giro requiere planificación, inversión, e institucionalidad sólida.

Así, mientras Añelo se convierte en un foco de atracción para desarrolladores que huyen de la parálisis en Buenos Aires, Rosario o Córdoba, el verdadero desafío sigue siendo nacional: transformar un recurso energético abundante en una plataforma para el desarrollo industrial y la generación de empleo.

La oportunidad existe, coinciden los especialistas. Pero mientras algunos ya están haciendo cuentas con tasas de retorno de dos dígitos, otros esperan que se consoliden condiciones estructurales más sólidas para que Vaca Muerta deje de ser un boom sectorial y se convierta en una política de Estado.

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