El estrés económico se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los argentinos, y no solo en los sectores históricamente vulnerables. Según el último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA), el 50% de la población percibe que no llega a fin de mes ni puede ahorrar, una cifra que revela una fragilidad estructural que atraviesa a todas las clases sociales.
El estrés económico, que se define como la percepción de insuficiencia de ingresos para cubrir consumos básicos, sostener patrones de vida y generar ahorro, ha crecido de forma sostenida en la última década. Aunque la pobreza oficial medida por el INDEC descendió al 38,1% en el segundo semestre de 2024, el estrés económico alcanzó su punto más alto desde la postpandemia, superando incluso los niveles registrados en 2016 y 2019, cuando se dieron picos del 51,9% y 55,3% respectivamente.
Lo más llamativo del informe es que el deterioro no se concentra en los sectores más pobres, sino que se ha extendido con fuerza a los estratos medios y medios-altos. Entre 2022 y 2024, la autopercepción de insuficiencia de ingresos aumentó un 50% en el nivel socioeconómico medio-alto, pasando del 9,8% al 15,2%.
En los sectores medios-bajos, el estrés económico alcanzó el 35,7%, el valor más alto desde la pandemia. Este corrimiento de las fronteras del malestar económico se explica por múltiples factores. Por un lado, la aceleración inflacionaria y la desactualización de los ingresos frente a los precios vigentes generan una sensación de pérdida constante del poder adquisitivo.
Por otro, el aumento de los gastos fijos, como tarifas, alquileres, prepagas y servicios, reduce el margen disponible para otros consumos o para el ahorro. El informe también destaca que el estrés económico afecta con mayor intensidad a los hogares con niños.
En estos casos, el 55,6% de la población manifestó no poder cubrir sus necesidades básicas ni ahorrar, frente al 44,4% en hogares sin menores a cargo. Esta diferencia refleja el peso adicional que implica la crianza en un contexto de ingresos ajustados.
Fenómeno
Otro dato relevante es que el fenómeno no se limita a quienes presentan carencias estructurales. Incluso entre los hogares que no registran privaciones en salud, educación o vivienda, el estrés económico aumentó del 15,5% al 22,8% entre 2023 y 2024.
Esto sugiere que la percepción de inestabilidad económica se ha vuelto transversal, afectando incluso a quienes, en términos objetivos, no están en situación de pobreza. Agustín Salvia, director del ODSA, explicó que este tipo de medición permite captar una dimensión más realista de la pobreza, ya que se basa en el “sentido común del ‘no me alcanza’”, una percepción subjetiva pero profundamente arraigada en la experiencia cotidiana de los hogares.
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