Artículo extraído del sitio web de la Liga Internacional Socialista.
El Estado de Israel reanudó sus ataques contra Irán y EE. UU. evalúa su intervención directa. Actualidad, causas del conflicto y propuestas revolucionarias.
Por Rubén Tzanoff
Millones de personas en el mundo observan con repulsión el genocidio en Gaza y con preocupación la caída de misiles sobre Teherán, Tel Aviv y otras ciudades. El reinicio de la agresión del Estado de Israel contra Irán ha puesto nuevamente a Medio Oriente en llamas y la situación puede empeorar si EE. UU. interviene en forma directa.
Ante la gravedad de los hechos, es indispensable continuar analizando la actualidad del conflicto, repasar sus causas y levantar una política revolucionaria a la altura de las circunstancias.
Conversaciones y agresiones complementarias
La política de Donald Trump hacia Irán ha combinado el dialogo con las agresiones.
Durante su primer mandato (2017-2021) rompió unilateralmente el acuerdo JCPOA (Joint Comprehensive Plan of Action) entre Irán y el Grupo 5+1 (EE. UU., Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania) firmado en 2015, que implicaba limitar el programa nuclear iraní, impuso nuevas sanciones, declaró terrorista a la Guardia Revolucionaria y en 2020 ordenó el asesinato del general Qasem Soleimani en Bagdad.
Al inicio de su segundo mandato, que comenzó con ínfulas de “pacificador”, Trump promovió negociaciones indirectas con Irán, pero, al cabo de cinco ruedas de reuniones realizadas en Roma (Italia) y Mascate (Omán) no hubo acuerdo y el diálogo se estancó.
Fue entonces cuando Israel atacó instalaciones nucleares iraníes y Trump primero se deslindó de la escalada y luego amenazó al Ayatolá Jameneí planteando en redes sociales: “Sabemos exactamente dónde se esconde”. “Es un objetivo fácil (…) No vamos a eliminarlo (¡matarlo!), al menos por ahora”. “Nuestra paciencia se está agotando. Y en otro mensaje, exigió la “INCONDICIONAL RENDICIÓN” del régimen iraní.
No se detuvo allí. Los voceros de la Casa Blanca informaron que Trump sopesará durante dos semanas la posibilidad de una intervención militar directa y él mismo alimentó la incertidumbre sobre sus próximos pasos diciendo “Puede que lo haga, o puede que no, nadie lo sabe”
Mientras tanto, el imperialismo ha reforzado con aviones de combate y tropas su ya importante presencia militar en Medio Oriente que cuenta con: 45.000 soldados en Turquía, Irak, Kuwait, Baréin, Emiratos Árabes Unidos y Omán, entre otros; destructores, portaaviones, cruceros lanzamisiles y submarinos en el Mediterráneo oriental, el mar Arábigo y el mar Rojo.
Para el imperialismo la diplomacia y la agresión bélica se alternan y complementan como herramientas del mismo objetivo de dominación, pero no necesariamente se traducen éxitos y mensajes de estabilidad.
Fisuras y tensa expectativa
La evaluación sobre qué hacer con Irán ha provocado fisuras entre los propios republicanos. Algunos sectores empujan a sumarse a los ataques para “terminar el trabajo” iniciado por Israel y otros presionan en el sentido contrario.
Sí Trump decidiera atacar, estaría dejando de lado una de sus propias promesas electorales: “Bajo nuestra Administración, no iniciaremos ningún conflicto, los terminaremos”.
Los medios de comunicación dan cuenta de que el enviado de Washington a la región, Steve Witkoff, aún mantiene contactos con Irán, aunque públicamente los voceros del régimen han declarado que no volverán a la mesa de negociación mientras persistan los ataques israelíes.
La incertidumbre mantiene en vilo al mundo no sólo por la decisión que tome el imperialismo norteamericano sino también por las reacciones que podrían adoptar otras potencias aliadas o enemigas de los países en disputa. Los zigzagueos de Trump potencian el revulsivo hacia su política y, más que un nuevo orden, generan un nuevo desorden mundial.
El conflicto, que es profundo por sus alcances geopolíticos, ha comenzado hace décadas.
El origen de las agresiones
Las relaciones entre EE. UU. e Irán no siempre fueron iguales. Durante el reinado del Sha Mohammad Reza Pahleví, Irán fue un aliado estratégico clave de Estados Unidos. Y, aunque no reconocía formalmente a Israel – en parte por ser miembro de la Organización de la Conferencia Islámica – cooperaban en el ámbito militar, de inteligencia y comercio (como el petróleo durante el embargo árabe). Compartían el objetivo de ponerle límites al nacionalismo árabe y a la URSS.
En 1979 el régimen monárquico fue derrocado por la Revolución Iraní pero no fue conducida por una dirección obrera revolucionaria sino por una clerical y retrógrada, que usurpó el proceso y frenó su potencial desarrollo hacia la revolución socialista. Así la contrarrevolución encabezada por el Líder Supremo, el Ayatolá Jomeini impuso un nuevo régimen capitalista, reaccionario, teocrático y represor.
Desde entonces, el tándem imperialista-sionista ha agredido sistemáticamente a Irán por ser un país que se escapó de su control, les disputa poder regional y tiene importancia económica como uno de los principales exportadores de petróleo.
Una confrontación prolongada
Las hostilidades imperialistas a Irán y otros países de Medio Oriente se sucedieron en el tiempo. Sólo para tomar algunos ejemplos, durante la guerra Irán-Irak (1980–1988), EE. UU. respaldó a Saddam Hussein a quien luego derrocó y asesinó. En 1988, un buque estadounidense derribó un avión comercial iraní, asesinando a 290 civiles. Con Clinton, a Irán se le impuso un embargo económico total y con George W. Bush, fue incluido en el “eje del mal” junto a Irak y Corea del Norte.
Entre 2006 y 2015, EE. UU. impulsó sanciones multilaterales en la ONU con el pretexto de frenar el programa nuclear iraní, aplicando medidas que asfixiaron la economía del país.
Las injerencias también afectaron a otros países de Medio Oriente. La invasión de Afganistán (2001), de Irak (2003), la intervención en Libia (2011) y en Siria (a partir de 2014), que se justificaron en el enfrentamiento al terrorismo y por la democracia; en realidad provocaron desestabilización, destrucción, millones de muertos y desplazados, y el fortalecimiento de grupos fundamentalistas.
El pasado y el presente del Estado de Israel y EE. UU. en la región están marcados por el colonialismo y la implantación de un enclave que funcione como defensor de los intereses económicos y políticos del imperialismo y gendarme contrarrevolucionario contra los pueblos de la región sean de origen árabe, persa u otro.
Un programa principista
Es a partir de estas consideraciones que la Liga Internacional Socialista (LIS) plantea sus respuestas transicionales.
No les reconocemos a los criminales sionistas e imperialistas el derecho a condicionar la soberanía, la defensa y el desarrollo nuclear independiente de Irán. Rechazamos los bombardeos israelíes y la amenaza de una eventual intervención imperialista directa en los ataques ¡Alto los bombardeos israelíes a Irán! ¡Fuera yanquis de Medio Oriente! ¡Estamos con Irán agredido contra las potencias agresoras!
Esto no implica brindarle apoyo político al régimen burgués teocrático, bonapartista, represivo y anti obrero y popular iraní. Que utiliza la retórica anti imperialista y anti sionista, pero cuando puede no duda en pactar con las potencias y condiciona la defensa de Palestina a sus propios intereses. No compartimos la política de los sectores campistas proclives a los imperialismos de China y Rusia que son acríticos con el régimen argumentando que “se opone a EE. UU.”.
Desde Washington y Tel Aviv se escuchan cínicas apelaciones a la “democracia” como otro justificativo para atacar Irán, cuando tanto Trump como Netanyahu, llevan a cabo políticas ultraderechistas, autoritarias y racistas. ¡Sólo los trabajadores y el pueblo iraní tienen derecho derrotar al régimen de los ayatolás con la movilización, organismos de doble poder y organización revolucionaria!
A la movilización unitaria contra el genocidio, la limpieza étnica y la colonización que ejecuta el sionismo en Palestina; es necesario sumar los reclamos a favor de Irán, ambos tienen derecho a defenderse, a su soberanía e integridad territorial. ¡Basta de bombardeos y agresiones a Palestina e Irán!
Para que los pueblos de la región tengan una paz justa y duradera, para que logren derechos democráticos y sociales plenos, es necesario derrotar al Estado de Israel y a quienes lo sostienen. Por eso levantamos en alto dos banderas estratégicas ¡Por una Palestina única, laica, no racista, democrática y socialista! Y ¡Por la Revolución Socialista en todo Medio Oriente!