Este jueves, se desarrolló el encuentro entre el gobernador bonaerense y la expresidenta.
Garantizar su supervivencia
En un movimiento que busca contener la fragmentación del peronismo bonaerense, Cristina Fernández de Kirchner y el gobernador Axel Kicillof, sellando un acuerdo para avanzar en una estrategia electoral común de cara a las elecciones legislativas. La reunión, celebrada con tono amistoso pero enmarcada en meses de tensiones internas, concluyó con el anuncio de una mesa política conjunta y la promesa de trabajar por la “unidad” del espacio.
El gesto, celebrado por sectores del peronismo como una muestra de madurez política, fue presentado como una “foto necesaria” para evitar una nueva derrota frente a la coalición encabezada por Javier Milei y el PRO. Sin embargo, el reencuentro puede leerse menos como una señal de renovación política y más como un pacto de conveniencia para preservar cuotas de poder en medio de un contexto adverso.
Cristina Kirchner, quien confirmó su candidatura como diputada provincial por la Tercera Sección Electoral, busca reinsertarse en la escena con una jugada que le permite sostener presencia institucional en un territorio aún favorable, mientras la justicia se debate si dejarla correr o ratificar una condena judicial que se lo impida. Por su parte, Kicillof, distanciado de su mentora y con el respaldo de una liga propia de intendentes, impulsa su agrupación Movimiento Derecho al Futuro, que tensiona con el liderazgo histórico del kirchnerismo.
Acuerdos por arriba y más de lo mismo
El acuerdo, por tanto, no surge de un proceso de autocrítica ni de revisión del rumbo del peronismo tras sus derrotas recientes. Más bien, responde a una lógica defensiva frente a la existencia de una ultraderecha que en parte capitaliza el descontento social, frente al agotamiento de un progresismo sin respuestas claras para los sectores populares.
En lugar de convocar a una verdadera construcción colectiva desde abajo, con protagonismo de trabajadores, juventudes y movimientos sociales, los principales referentes del peronismo vuelven a apostar por acuerdos de cúpula, es decir a más de lo mismo. El objetivo: garantizar espacios en las listas y sostener estructuras que vienen mostrando signos de fatiga política y desconexión con las bases.
A su vez, el acuerdo no es garantía de triunfo en la Provincia, debido a que sigue existiendo un enorme descontento con la mala experiencia de la última gestión peronista a nivel nacional y los actuales rumbos provinciales. A esto se suma que uno de los sectores viene de expresar, el pasado 25 de Mayo, un discurso más moderado, incluso criticando a la salud y la docencia; mientras que el otro descarga políticas de ajuste sobre los trabajadores de la provincia de Buenos Aires.
En otras palabras, el intento de pacto entre Cristina y Kicillof no ofrece más que una tregua entre sectores en disputa dentro de un mismo aparato en crisis. La “unidad” que proclaman no se traduce en un proyecto emancipador ni en una respuesta concreta frente al ajuste y la entrega. Lejos de ser una alternativa real frente al modelo neoliberal de Milei, el peronismo vuelve a cerrarse sobre sí mismo en aras de su supervivencia. Mientras todas sus alas sindicales, en la calle se mueven poco y nada, para de verdad enfrentar a Milei y derrotarlo.
Ante la enorme crisis que aún no puede cerrar el peronismo, el Frente de Izquierda no solo tiene una oportunidad, sino más bien una responsabilidad: convocar y organizar a miles de jóvenes, trabajadores y sectores populares descontentos para convertirse realmente en una alternativa. Es decir, postularse políticamente como emergente social en el país, intervenir a fondo en todos los procesos de lucha y en cada debate político y no solo mantener un formato electoral muy limitado. Es lo que viene proponiendo el MST dentro del frente y lo que se hace cada vez más urgente; que la izquierda anticapitalista y socialista esté a la altura del momento y salga a disputar en grande.