NUEVA YORK.- Desde la elección del presidente estadounidense, Donald Trump, el año pasado, he sostenido que al menos algunas de sus políticas, con el tiempo, conducirán a un mayor crecimiento y a una menor inflación. Esto se aplica a su apoyo a la innovación de la industria tecnológica, a la desregulación, a tasas impositivas más bajas sobre el trabajo y las corporaciones, a una producción de energía mejorada y a recortes de un gasto público despilfarrador.
Otras políticas de Trump, sin embargo, son estanflacionarias. El proteccionismo y los aranceles ralentizarán el crecimiento y harán subir los precios, al igual que la mano dura de su administración contra la inmigración, los recortes a la financiación de la investigación científica, los ataques a las instituciones académicas, el apoyo a los déficits presupuestarios sin financiación, las amenazas a la independencia de la Reserva Federal, los intentos desordenados por debilitar el dólar, los ataques al estado de derecho y el comportamiento corrupto. La marca Estados Unidos ha resultado muy dañada, y eso tendrá costos.
Aun así, he sostenido que la disciplina de mercado (sobre todo por parte de los vigilantes de bonos) y una Reserva Federal todavía independiente limitarían estas políticas estanflacionarias, dando ventaja a los asesores económicos moderados de Trump y produciendo una desescalada de las fricciones comerciales a través de las negociaciones. Eso es lo que ha ocurrido. Y ahora que los republicanos del Congreso están negociando un proyecto de ley presupuestaria que aumentará aún más los déficits y los ratios de deuda, la presión del mercado (a través de mayores rendimientos de los bonos a largo plazo) aumentará. Trump puede cambiar de rumbo o enfrentarse a un aumento repentino de los rendimientos de los bonos que provocará una recesión políticamente perjudicial.
Vale la pena recordar que los primeros ataques de Trump a la independencia de la Fed ya resultaron contraproducentes. Las acciones estadounidenses se hundieron, los rendimientos de los bonos se dispararon y Trump dejó de amenazar con despedir al presidente de la Fed, Jerome Powell. Aunque podrá sustituir a Powell en 2026, la Fed seguirá siendo independiente, porque el presidente es primus inter pares (primero entre iguales), y no un monarca absoluto. La postura general del Comité Federal de Mercado Abierto seguirá reflejando las opiniones de sus miembros.
Por ahora, Powell le está haciendo un favor a Trump al no recortar las tasas de interés. La Fed está anclando de forma creíble las expectativas de inflación ante las presiones sobre los precios inducidas por los aranceles. Al abstenerse de recortar las tasas ahora, la Fed conserva la opción de recortarlas cuando la economía se debilite hacia finales de año. Trump no tiene motivos para atacar a Powell, salvo para catalogarlo como el chivo expiatorio de una posible recesión que él mismo ha provocado (igual que culpará de la inflación a la tozudez del presidente chino, Xi Jinping).
Las restricciones de la administración a la inmigración -y, por tanto, a la oferta de mano de obra– también serán contraproducentes. El período 2023-24 trajo consigo un crecimiento robusto y una caída de la inflación debido a un gran aumento de la oferta de mano de obra a través de la inmigración (en parte indocumentada). Con un mercado laboral tenso, las políticas que reduzcan la oferta de trabajadores impulsarán el crecimiento salarial y la inflación, dañando la economía y la posición política de Trump (el mismo efecto que la inflación de la era pandémica tuvo sobre Joe Biden).
Estados Unidos necesita un flujo constante de inmigrantes (preferiblemente documentados). Trump ya se puso del lado de Elon Musk en la cuestión de los visados H-1B para trabajadores calificados (un programa del que Silicon Valley depende fuertemente). Al desafiar a su base nativista MAGA, demostró que no está del todo desorientado sobre la necesidad de atraer talento extranjero. A pesar del daño más amplio que Trump le está provocando a la marca estadounidense, Estados Unidos sigue siendo el principal destino para el 10% de los investigadores científicos y talentos empresariales de todo el mundo, debido a la prima de compensación tres a cinco veces superior ofrecida en Estados Unidos.
Pero recortar la financiación de la investigación y permitir una fuga de cerebros no es coherente con el mantenimiento del dominio estadounidense en IA y otras industrias del futuro. También en este caso, las reacciones de la industria y la disciplina del mercado apoyarán a los asesores de Trump, que tienen la cabeza más fría. Asimismo, los crecientes desafíos legales a las deportaciones de la administración pueden finalmente empujarla hacia políticas de inmigración más sensatas. De lo contrario, la disciplina de mercado volverá a pegar con fuerza.
Los esfuerzos de la administración Trump para impulsar la competitividad de Estados Unidos y reducir el déficit comercial a través de un dólar más débil quizá también sean contraproducentes. Cuando los aranceles del “Día de la Liberación” anunciados el 2 de abril, las amenazas de despedir a Powell y la anticipación de mayores déficits fiscales hicieron que el dólar comenzara a caer, pronto se produjo una fuerte corrección de los precios de la renta variable y un repunte de los rendimientos de los bonos y los diferenciales de crédito. Trump se echó atrás debidamente con los aranceles y con Powell, y la misma disciplina forzará un ajuste fiscal -como hemos visto en otras economías avanzadas y mercados emergentes en los últimos años.
La idea de un “Acuerdo de Mar-a-Lago” para orquestar un debilitamiento ordenado del dólar es descabellada, rozando la locura. Los principales socios comerciales -sobre todo China- nunca se unirían, y los propios amigos y aliados de Estados Unidos se opondrían. Cuanto más esperen los mercados una repentina devaluación del dólar, más se dispararán los rendimientos de los bonos. Las propuestas de convertir las tenencias del Tesoro a corto plazo de los no residentes en valores a largo plazo ni siquiera funcionarían en teoría, mucho menos en la práctica. Debilitar el dólar mediante controles de entrada de capitales -un impuesto sobre las tenencias extranjeras de bonos del Tesoro- hará subir casi con seguridad las tasas a largo plazo y debilitará la economía. Los vigilantes del mercado simplemente no permitirán que se sigan aplicando políticas tan insostenibles durante mucho tiempo.
Por último, si bien el ataque de la administración al estado de derecho ha sido bastante agresivo, las instituciones democráticas estadounidenses -empezando por los tribunales y los jueces independientes- y la sociedad civil siguen siendo sólidas, y deberían ser capaces de limitar las políticas más extremas. Una vez más, no hay que subestimar aquí el poder de la disciplina de mercado. En otros países -como Turquía- donde los autócratas han socavado el estado de derecho, la reacción de los mercados de bonos y otros mercados ha sido implacable.
En última instancia, o Trump da marcha atrás en sus políticas estanflacionarias para concentrarse en medidas favorables al crecimiento, o la tensión financiera y una recesión harán que el Partido Republicano pierda las elecciones de mitad de mandato en 2026. Es de esperar que Trump haga caso al mercado y deje de actuar según sus peores instintos. Debería reconocer que las innovaciones tecnológicas de cosecha propia prometen aumentar sustancialmente el crecimiento potencial de Estados Unidos. Lo único que le queda por hacer es apartarse de su propio camino.