Cada 31 de mayo se recuerda el Día Mundial sin Tabaco, una fecha establecida por la Organización Mundial de la Salud con el objetivo de visibilizar los efectos nocivos del tabaquismo y alentar medidas que disminuyan su incidencia. Pero lejos de los avances esperados, en Argentina las cifras entre los más jóvenes prenden una luz roja: según un relevamiento de la Fundación Interamericana del Corazón (FIC), el 38,7% de los adolescentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ya experimentó con productos que contienen nicotina. El dato enciende alertas en profesionales de la salud y en las autoridades sanitarias, ya que el inicio precoz del consumo potencia seriamente los riesgos físicos y aumenta la probabilidad de desarrollar adicciones a futuro.
Entre los factores que explican este fenómeno, se destaca una combinación de influencias culturales, sociales y familiares. Las inseguridades personales, el alejamiento de actividades deportivas y la exposición constante a fiestas y reuniones con pares suelen ser escenarios propicios para la iniciación. También pesa la presión del entorno, sobre todo si el mejor amigo o el grupo habitual ya fuma. La presencia de adultos fumadores en casa termina de consolidar un panorama preocupante: el hábito se naturaliza y se reducen los frenos internos que podrían funcionar como contención.
Día Mundial sin Tabaco: el problema de los cigarrillos electrónicos y vapeadores
En este contexto, un elemento que potencia aún más el problema es la irrupción masiva de dispositivos electrónicos como cigarrillos electrónicos y vapeadores. “Estos productos se presentan como una opción más inofensiva que el cigarrillo convencional, pero su impacto es igual de dañino, sobre todo en etapas tempranas del desarrollo. La nicotina compromete el cerebro adolescente, genera una dependencia muy fuerte y está vinculada con problemas respiratorios, cardiovasculares y emocionales”, advirtió el doctor Ricardo Daniel Tapia, médico especialista en Medicina Familiar en Boreal Salud. Además, subrayó que el atractivo diseño, los sabores artificiales y el acceso casi sin restricciones vuelven a estos productos especialmente peligrosos. Muchos adolescentes los prueban aún sin haber fumado antes.
Para cortar con esta tendencia, los expertos insisten en la necesidad de aplicar políticas firmes y acciones coordinadas. Subir el precio de los productos con nicotina, limitar su acceso por edad, prohibir toda forma de publicidad y lanzar campañas dirigidas específicamente al público joven son medidas que ya demostraron efectividad en otras partes del mundo. También se requiere reforzar entornos libres de humo y ofrecer espacios de acompañamiento a quienes ya comenzaron a consumir. La clave está en actuar desde el hogar, la escuela y la comunidad, con una red que refuerce la prevención desde todos los ángulos posibles.
“Las chances de que un adolescente que consume nicotina termine desarrollando una adicción crónica son elevadas. El cerebro en esa etapa es muy susceptible, y comenzar a fumar temprano puede derivar en otros comportamientos de riesgo. A eso se suma el impacto social, académico y emocional que suele arrastrar el consumo sostenido”, agregaron desde la FIC.
El desafío a futuro, advierten, es reducir en forma sostenida los niveles de consumo entre los más jóvenes. Para lograrlo, se necesita un cambio cultural profundo: dejar de normalizar el hábito, mostrar con claridad sus consecuencias y trabajar desde todos los sectores —familias, escuelas, sistema de salud y Estado— en un mensaje unificado que priorice el bienestar de los adolescentes argentinos.
Embed