Para los amantes de la naturaleza, septiembre suele ser muy esperado, pues se trata del mes en el que llega la primavera. Esta temporada es un periodo de renovación no solo para la naturaleza en general, sino que especialmente para los jardines y huertos domésticos. Así como se alargan las horas de sol y suben las temperaturas, también crecen los árboles que ocupan un lugar querido en los patios de muchos hogares. En el caso de los árboles frutales, este crecimiento trae una mayor abundancia en la cosecha y un aumento en la frescura y el sabor de muchos frutos.
Sin embargo, el florecimiento que trae la primavera puede a veces traer algunas consecuencias no deseadas. Del mismo modo en que las raíces se refuerzan y las ramas se alargan, también aumentan los riesgos de que el árbol crezca excesivamente para su propio bien. En ocasiones, esta expansión pone en peligro tanto a la planta como a las personas que estén a su alrededor. Un árbol con un tamaño desproporcionado puede ser causa, por ejemplo, de daños físicos para la casa o incluso de heridas físicas para sus habitantes. Por esa razón, resulta indispensable podar los árboles que tienen una especial tendencia a provocar este tipo de situaciones.
Además, la poda durante la primavera también fomenta el desarrollo de nuevos brotes y mejora la producción de frutas. Entre una cosecha primaveral de un árbol podado y otro no podado, hay una considerable diferencia en la cantidad y la calidad de las frutas. Desde esa perspectiva, saber cuáles árboles hay que podar y cuáles son las mejores formas de hacerlo puede convertir al jardín hogareño en un espacio seguro y en un oasis fértil para el crecimiento de alimentos saludables.
Hay algunos tipos de árboles frutales que se benefician más que otros de una poda estratégica durante la primavera. Entre ellos, los manzanos y los perales son dos de los más importantes. La poda en estos ejemplares ayuda a eliminar ramas muertas o enfermas, lo cual promueve una mejor circulación del aire y una mayor exposición a la luz solar. Para los manzanos, la poda debe realizarse antes de que los brotes comiencen a hincharse, mientras que, para los perales, se verá que en la primavera crecerán ramas cruzadas a las que hay que cortar rápidamente.
El otro par de árboles frutales que se benefician de esta actividad en esta temporada son los ciruelos y cerezos. En el primer caso, la poda ayuda a controlar el tamaño del árbol y a mejorar la calidad de los frutos. Para los cerezos, por otro lado, la poda es esencial para eliminar ramas que puedan estar enfermas o dañadas y para fomentar un crecimiento equilibrado. En ambos casos, es importante evitar podar demasiado temprano para no interrumpir el proceso natural de floración y fructificación.
Las técnicas más recomendadas para una poda óptima
Si bien puede resultar intimidante, existen muchas formas accesibles para que cualquier dueño de un jardín doméstico pueda podar los árboles frutales de su patio. Una guía informativa escrita por expertos en Nueva Zelanda da algunos consejos para facilitar el proceso y optimizar los resultados. Antes de comenzar, se recomienda buscar herramientas de poda limpias y afiladas para evitar dañar el árbol y prevenir la propagación de enfermedades.
El siguiente paso es identificar las ramas que necesitan ser podadas. Las ramas muertas, enfermas o dañadas deben ser eliminadas primero, ya que pueden ser un foco de virus y plagas. Luego de haber cortado este conjunto de ramas nocivas, se debe atender a las que pueden obstaculizar el desarrollo de la planta. Estas serían las ramas que se cruzan o que crecen hacia el interior del árbol. Para deshacerse de ambos grupos, es recomendable realizar cortes en ángulo, ya que estos facilitan el proceso de cicatrización y minimizan el riesgo de intoxicaciones.
Hasta el momento, se discutieron técnicas conocidas como poda de mantenimiento, pero existe otro conjunto de prácticas que lleva el nombre de poda de formación. Estas operaciones pueden resultar especialmente beneficiosas para los árboles jóvenes, pues ayudan a establecer una estructura fuerte y bien equilibrada desde el principio de su desarrollo. Asimismo, también favorecen un crecimiento uniforme y una producción de frutos más abundante en el futuro. Para conseguir estos beneficios, el procedimiento más eficiente consiste en reducir la cantidad de ramas laterales y concentrar la energía del árbol en el desarrollo de una estructura central fuerte.
LA NACION