Desde hace días el equipo económico mantiene arduas negociaciones con técnicos del Tesoro de los Estados Unidos y del FMI. Aunque en todo momento se intenta mostrar cauto, la apuesta del ministro de Economía, Luis Caputo, es que sea el Tesoro el que termine de convencer al FMI que apruebe un nuevo programa, que le permita a la Argentina no sólo acelerar el levantamiento del cepo cambiario, sino también avanzar con un esquema de competencia de monedas.
Es en gran medida la idea de un bimonetarismo –pieza clave del plan de Javier Milei– lo que no termina de aceptar el FMI. Cuál es el programa monetario tras la salida del cepo es el gran tema de discusión.
En tal sentido, esta semana llegó a la Argentina un funcionario clave del Tesoro, que esperan en Economía, termine de destrabar las negociaciones. Se trata de Brent Neiman, subsecretario adjunto de Finanzas Internacionales, y el hombre dentro del gobierno de los Estados Unidos encargado de velar por los programas y la gobernanza del Fondo. Probablemente se trate de una de las voces más autorizadas para definir si finalmente el gobierno de Joe Biden apoya o no el plan argentino ante el organismo de crédito, en el cual Estados Unidos tiene el 16% del capital accionario y poder de veto.
Neiman, que conoce el país mucho mejor de lo que admite en algunos encuentros privados (está casado con una argentina), se reunió el jueves con el titular del Banco Central (BCRA), Santiago Bausili, y tiene previsto reunirse el viernes con Caputo, y con representantes del sector privado. El Tesoro hoy parece muy dispuesto a ayudar a la administración Milei. Sin embargo, en la mayoría de los encuentros también dejan entrever que, para finalmente impulsar al FMI a poner plata fresca en el país, quieren tener mayores certezas de que podrá sostenerse la gobernabilidad. El Tesoro mira lo que sucede en el Congreso con la misma –sino más– atención con la que mira los números de la economía. “Nos gusta la Argentina, nos gusta Milei, pero antes queremos ver si logra pasar una ley en el Congreso”, repiten los inversores privados que llegan de a hordas desde hace varias semanas. Lo mismo repiten los burócratas que tienen la billetera para habilitar a Caputo a avanzar con su plan. Nadie cree que pueda haber dinero fresco del FMI antes de que el Gobierno selle un acuerdo con los gobernadores y el Congreso. La pregunta es si ese acuerdo se puede lograr sin que antes Milei consiga estabilizar la economía. El dilema del huevo y la gallina.
“Las negociaciones con el Tesoro son más fáciles. El FMI todavía no la ve”, reconoce un hombre del Gobierno. “Trump [por Donald, el ex presidente y actual candidato a la Casa Blanca] es la clave. Pero falta mucho hasta noviembre. Esto va mucho más rápido. Los vamos a convencer tarde o temprano”, deslizó. Caputo, sin embargo, tiene sus propios vínculos dentro del Tesoro, que en estos momentos juegan a favor, como es el caso de Michael Kaplan, subsecretario adjunto del Tesoro para Asuntos del Hemisferio Occidental. Kaplan y Caputo se conocen de hace tiempo; es un vínculo con el cual el ministro aspira a neutralizar la desconfianza que genera su figura entre los burócratas del FMI, que todavía tienen fresco el recuerdo de su paso por el Banco Central durante la gestión de Mauricio Macri. A la visita de Neiman, le seguirá la semana que viene la del chileno Rodrigo Valdés, director del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario. Claramente, hay un acuerdo en cocción; en tiempos de reuniones por zoom, hay un esfuerzo demasiado grande de los burócratas del FMI y del Tesoro por hacer encuentros cara a cara.
La posibilidad de levantar el cepo está constantemente bajo evaluación. La baja de tasas de interés esta semana fue un primer ensayo. El gran tema es cómo ir administrando la volatilidad que aplacan los controles, y además qué nivel de apertura se encara. No es lo mismo liberar sólo los flujos comerciales, que incluir la deuda financiera o los pagos de dividendos acumulados. Las negociaciones del Gobierno por un préstamo puente con bancos privados siguen abiertas. Todos los caminos están siendo explorados.
En ese sentido, esta semana, desde Economía se ocuparon de desmentir que tenían planes de mejorar el dólar blend, como se conoce en la jerga el tipo de cambio que reciben los exportadores, que pueden vender 80% de sus dólares en el mercado oficial y el 20% restante en el de contado con liquidación. “Nos dijeron que están más para levantar el cepo que para cambiar el blend”, aseguraron desde la industria cerealera. Para el campo, el tipo de cambio ha vuelto a ser un tema de conversación. Para los productores agropecuarios, los costos de los insumos crecieron en dólares, mientras que el precio que reciben por sus granos no sólo se mantuvo casi estable –con el crawl del 2% mensual–, sino que además cayó por efecto de los menores precios internacionales de los cereales. Según un informe interno que se mueve entre los socios de la Sociedad Rural Argentina (SRA), con estos precios, para quienes alquilan campos –la mayoría de los productores–, tanto la producción de soja como de trigo y de maíz ofrecería una rentabilidad negativa. “Esta campaña ya está, pero para la que viene es un tema, los números no cierran”, explicaron. “Para el campo, ahora pesa más el tipo de cambio que las retenciones”, aseguraron.
En el Gobierno saben que, pese a la buena reacción que tuvieron los mercados en estos meses, todavía los desafíos por delante son mayúsculos. Las semanas que vienen no estarán exentas de turbulencias.
La pelea por los precios que públicamente lanzó Economía en contra de las empresas de consumo masivo es otra buena herramienta de disuasión de la atención pública. Si bien es cierto que gran parte de las empresas locales se acostumbraron a moverse arbitrariamente con consumidores cautivos de una economía completamente dirigida, también debieron operar en los últimos años en un entorno de altísima volatilidad y discrecionalidad. La apertura de importaciones podrá colaborar a bajar algunos precios en el corto plazo, pero sólo terminaría beneficiando a las grandes cadenas de supermercados, que representan apenas 30% de las ventas minoristas pero que tienen las herramientas y la experiencia para traer rápidamente productos del exterior. Los precios, se cree, bajarán al final del día, pero el trabajo sucio no lo hará la apertura de importaciones, sino la recesión.
Tras el canje de deuda de esta semana, sin embargo, en Economía se ilusionan al menos ahora con poder mostrar superávit financiero en el primer trimestre del año. La caída en la recaudación producto del parate económico volvería a ser compensada pisando en gran parte los pagos a las generadoras de electricidad. La idea es transferirle a Cammesa –la empresa que luego distribuye los fondos entre las generadoras y transportistas– unos $120.000 millones a lo largo del mes para evitar un colapso del sistema, pero ni cerca alcanzan para saldar la deuda, que seguirá acumulándose, y que en el sector privado estiman en más cerca de 1 billón de pesos. Pero en Hacienda se cuenta cada peso. En los últimos días, un banco internacional líder pagó a la AFIP en concepto de impuesto PAIS varios miles de millones de pesos de más. En Economía –medio en broma medio en serio– hubo quien coqueteó con la idea de demorarle la devolución de los fondos por unos días. No sucedió. Pero todo vale para mejorar las cuentas.
“La orden de déficit cero es inamovible, no importa qué haya que hacer”, justificaron.
Para las provincias, el panorama no luce mejor. En pos de sostener el superávit fiscal, el Tesoro tampoco tiene intenciones de aflojarles el torniquete. Y, por su parte, las operaciones que decidieron encarar algunas para intentar refinanciar sus bonos no están teniendo buena receptividad. Tal es el caso de Córdoba que, de la mano de JP Morgan y de Santander, hizo recientemente un primer sondeo entre sus acreedores para extender los vencimientos de sus títulos. Por ahora, la idea de un canje habría quedado en stand-by. La calificadora de riesgo Moodys, por las dudas, decidió rebajarles la nota a algunos distritos como la provincia de Buenos Aires. Un clásico en tiempos de vacas flacas.