Clarisa Huber, una gladiadora de toda la cancha

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Clarisa Huber se mueve de área a área, y no sólo dentro del campo de juego. Pilar del mediocampo del Boca multicampeón, llegó a integrar la Selección Argentina mayor y la de futsal, una muestra clara de su versatilidad con la pelota. Pero cuando tenía certezas de que el fútbol no iba a ser su medio de vida, se preparó en las aulas, primero como profesora de educación física y luego como kinesióloga. A esa altura no se le cruzaba por la cabeza que a los 39 años, con dos retiros en el medio, iba a ser una futbolista profesional destacada en el equipo más laureado del país.

Amor por el juego

«No me imaginaba nunca estar trabajando del fútbol, en Argentina», se sincera Huber en un diálogo con Página/12 en el que contó su vida atravesada por el deporte que la apasiona. «Por ahí te ibas afuera y lo hacías, pero la realidad es que lo veía muy lejano. Lo que se está viviendo hoy es algo completamente distinto a lo que sucedía hace unos años, no sólo por la parte económica, sino por este lugar que tiene hoy la mujer en el fútbol. Antes a un padre no se le ocurría comprarle una camiseta de fútbol a su hija, no entraba dentro de la norma», resalta la mediocampista, que nació en Tandil y que comenzó a jugar al fútbol con varones, para explicar este fenómeno que no para de crecer.

Clarisa, la pelota y el escudo de Boca, una trilogía inseparable. Imagen: Alejandro Leiva.

Por más que ya jugaba en la primera de El Porvenir, luego en Boca y disputó los Mundiales de 2003 y 2007 con la Selección Argentina, Huber necesitaba buscar una alternativa porque el fútbol no la brindaba. «Tenía que encontrar una opción para el futuro porque en ese momento pensaba que el fútbol no me iba a dar nada económicamente. Empecé a interesarme en todo lo físico, fui a estudiar educación física y después fui para kinesiología. Seguí estudiando porque quería, porque me gustaba y también es algo importante y algo que necesita un jugador: estimular desde otros lados la cabeza». Lo cierto es que el futuro le tenía guardada una sorpresa que ni en sus mejores sueños se hubiera imaginado.

El orgullo de ser gladiadora

Tanda de penales en el Predio de la AFA. Por esa vía, Boca ya dejó en el camino a Platense en cuartos y ahora debe definir con Racing el pase a la final de la Copa Federal. La arquera Laurina Oliveros se mimetizó con Chiquito Romero y atajó dos remates, por lo que el pasaje quedó en los pies de Huber: derechazo al ángulo y a festejar. Unos días más tarde, el triunfo 2-1 sobre San Lorenzo en la final les dio a Las Gladiadoras un nuevo título, el primero de 2024, en una competición que nunca habían ganado. Una vuelta olímpica que se sumó a los últimos cuatro festejos consecutivos del certamen local.   

«La verdad que yo siento un orgullo enorme de poder vestir esta camiseta», remarca Huber, mientras recorre la cancha principal del complejo xeneize en Casa Amarilla. «Obviamente Boca es el rival a vencer y todos los equipos tienen un plus cuando nos enfrentan. Se disfruta mucho, es un compromiso, un estilo de vida… Implica comprometerse con los colores, con la institución, con el cuerpo técnico, con las compañeras. El mundo Boca es un mundo especial y la verdad que yo soy una privilegiada de estar acá. No es fácil, hay que ganárselo también, pero siempre agradecida de esta oportunidad», explica la mediocampista que luce la camiseta 18 de Las Gladiadoras y que tras más de 20 años de trayectoria detalla a la perfección todos los cambios que vivió la actitividad a lo largo de su carrera. 

«El lugar que se ganó tiene que ver un poco con la actualidad que se está viviendo, con las mejoras de todos los equipos, con la apuesta de los clubes a apoyar un poco más la disciplina», cuenta Huber, que ilustra los progresos con un simple dato: los resultados de los partidos desde que arrancó el torneo semi-profesional hace cinco años a hoy. «Son completamente distintos, ya no son por goleadas sino resultados más ajustados. Ese crecimiento también trae aparejado el compromiso de las jugadoras y es un crecimiento que se vio reflejado a lo largo de los últimos torneos y que a mí me enorgullece».

Huber vivió las diferentes etapas del fútbol femenino en Argentina. Imagen: Alejandro Leiva.

Pero para llegar a este nivel de competencia, con clubes más comprometidos, con televisación, con escenarios más acordes, con campos de entrenamiento adecuados y hasta con búsqueda de refuerzos en cada receso, fue necesaria una lucha por momentos muy desigual, de la que Huber fue parte. «Boca por ahí siempre fue una institución que apoyó a la disciplina, con altibajos, pero la realidad es que cuando se habló de la semi-profesionalización, de ahí en adelante tuvimos acceso a un montón de cosas que antes no».

Pero más allá de ese cambio de paradigma, para Huber se ganó una batalla cultural que influirá de manera definitiva en el crecimiento del fútbol femenino: chicas jugando en cualquier sitio. «La mayoría de nosotras jugábamos con varones o capaz mixtos. Hay mucha diferencia a hoy, que pasás por una cancha de fútbol y hay chicas jugando, hay turnos tomados por chicas. Antes cuando alquilabas una cancha escuchabas de afuera ‘che mirá, están jugando chicas’. Hoy la realidad es que a donde mires, hay una nena pateando una pelota o con la camiseta de un club. Ese es todo el crecimiento que hubo en el deporte y yo estoy admirada por eso».

Huber disputó dos Mundiales de mayores y un de futsal. Imagen: Alejandro Leiva.

Del campo a la sala y de la sala al campo

Desencantada por el nivel del fútbol argentino a su regreso de su experiencia con el Zaragoza de España -«No estaba de la mejor manera, incluso cosas que se habían conquistado habían retrocedido»-, Huber colgó los botines de tapones y se puso los de suela. «Al entrenar de noche, te permitía tener ese rato de fútbol y en el día trabajar para vivir. El futsal a mí me dio muchas herramientas, me complementó y me nutrió, y fue una linda experiencia», recuerda de aquellos años. Claro que con la pasión que la caracteriza, el hobby se transformó en una meta y, tras brillar en Kimberley, terminó convocada en la Selección Argentina para disputar un Sudamericano y un Mundial.

Con las metas cumplidas en las dos disciplinas, Huber ya se abocaba a su vida después del fútbol, pero apareció un cimbronazo que fue el inicio del profesionalismo y que volvió a cambiarle los planes. «Volver a competir en once fue otro desafío. Yo ya había dejado de jugar futsal y, en ese momento, estaba (Christian) Meloni como DT, que me llamó y me dijo ‘quiero que vengas a jugar con nosotros’. Yo sólo estaba entrenando y jugando los domingos con varones. Era ver la oportunidad, para mi era un desafío porque volvía a reinsertarme con todas las chicas del plantel. Y la verdad que me sorprendí de mí misma. Boca ese año fue contundente campeón y sentí que no desentoné para nada». No sólo no desentonó, sino que se convirtió en una pieza indispensable de aquel primer campeón del fútbol profesional femenino, que dominó la competencia durante años y que, incluso, llegó a la final de la Copa Libertadores por primera vez en la historia.

Clarisa quiere disfrutar sus últimos años de carrera antes de dedicarse a la formación. Imagen: Alejandro Leiva.

El futuro en formativas

Si bien ya estuvo abocada a la formación de jugadoras en las divisiones menores de Boca, la dedicación que requería la actividad chocaba con los compromisos cada vez más exigentes de las Gladiadoras. Por eso, Clarisa dejó esa tarea, aunque tiene pensado retomarla dentro de unos años, cuando se retire de manera definitiva. «Me gusta la formación, disfruté muchísimo el año pasado, que estábamos con la Sub 12 y la Sub 14, pero es un desgaste importante. A mi edad quiero disfrutar lo último que me queda como jugadora, y es una etapa que puedo disfrutar más adelante», explica Huber, que siente que tiene mucho para aportar a las camadas que se vienen. 

«Se vienen generaciones futuras de nenitas que quieren aprender y que por ahí nos ven a nosotras como ejemplo para ver a dónde quieren llegar o hasta más», remarca Huber, que considera que el nuevo impulso permitirá a las futuras jugadoras superar a sus predecesoras. «Cuentan con una ventaja, que es tener una cantidad de estímulos que a la larga les van a dar un buen desarrollo. Igualmente todo depende de la capacidad, de las ganas de aprender, de no quedarse con el hoy, seguir buscando más y esa ambición de progresar y de querer más. Hay que ir acompañando ese crecimiento, ese proceso, pero la realidad es que si todo sigue encaminado como está, las camadas que vienen se van a complementar con las que hoy tienen 20 o 22 años y se va a ver un nivel superior».

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